miércoles, 4 de marzo de 2009

Carne de perro, Pedro Juan Gutiérrez. Por Roxana Popelka

Un libro que recomiendo para momentos de crisis existencial como el actual. Un libro lleno de vida y optimismo esperanzador apesar de las ruinas, a pesar de la tos improductiva, a pesar de los videojuegos y de todo eso...
Carne de perro
Pedro Juan Gutiérrez
Editorial Anagrama, 2003, Barcelona.

El novelista Pedro Juan Gutiérrez (Matanzas, Cuba, 1950) recorre en bicicleta los barrios de La Habana Vieja y llega hasta Villegas, pedalea con soltura y mira hacia el cielo a través de las estrechas calles repletas de gente, de perros hambrientos, y de mujeres que sonríen al verlo pasar mientras una joven le carda el pelo a su vecina en la mismísima acera. Un viejo Chevy del 55 trata de abrirse camino sorteando los baches, y también a un grupo de niños con el pañuelo de los Pioneros Socialistas al cuello que juegan con una pelota machacada al béisbol. Pedro Juan es valiente y sabe mantener el equilibrio, así que suelta las manos del manillar y le chista a una rica cubana de pantalones ajustados que carga un cubo lleno de papas. El escritor toma notas en su esponjoso cerebro de todo lo que ve, oye o huele. Más tarde lo centrifuga a 1.000 revoluciones por minuto con un programa especial antiarrugas que lo convierte en tremenda literatura.

En Carne de perro, el autor registra la realidad cubana, esos dos mundos que duermen juntos en una cama matrimonial desde que, a comienzos de los años 90, desapareciera la impronta Soviética de la isla caribeña. Esa isla que sabe aguantar apagones y escasez, colas y ciclones, cartillas de racionamiento y asambleas en las calles oscuras - sin bombillos-, mientras la otra Cuba, la turística, abraza la dolarización y las tiernas langostas.

Carne de perro es un espléndido manual sobre cómo describir la realidad sin edulcorarla: perfectas dosis depuradas de amargura, caos, abatimiento, locura, y mucha glándula sexual que se dispara a toda velocidad... Y después del desasosiego llega la calma también al alter ego del escritor, al ser humano que ha aprendido a batallar en una permanente situación difícil para el país. Y el tierno desencanto que se desprende de personajes como Muñeca, una mujer de 60 años que dejó la miseria del mundo rural cubano para convertirse en afamada prostituta, aunque su suerte volvió a virar en 1960 cuando Fidel mandó cerrar las casas de citas y ella, como tantos, se vio obligada a cortar caña como to` el mundo.
Por el lado izquierdo del fino colchón aparece Miriam, la amante del protagonista, una mulata - trabajadora social- que se excita mirando las caras de los muertos en una funeraria mientras su marido funde los pesos y buena parte de su inutilidad en alcohol. Pero no todo es pura melancolía, también muchos de los 16 relatos que componen este libro están narrados en clave de comedia, como el cuento titulado: “Y yo no tenía rumbo”, donde el autor deja entrever la picaresca cotidiana que los mantiene a flote. En este relato, algunos protagonistas comenten pequeños hurtos para emparejar el salario, mientras una pareja templa en el mar para tonificar el carácter. Al igual que en algunas películas del cineasta cubano Tomás Gutiérrez Alea (Titón), los personajes de Pedro Juan tratan de abrirse camino entre la burocracia estatal y los dogmas del marxismo agonizantes, y nos proporcionan una auténtica lección sobre cómo encarar las duras condiciones de vida con mano izquierda, ironía y humor, herramienta esta última indispensable para aguantar la demora de la guagua, o la información que proporciona un civil con botas del ejército a un escéptico municipio cubano sobre los planes de evacuación en caso de emergencia de guerra: “presten atención: en las dos primeras horas de ataque, el lugar de refugio para este vecindario es el sótano de la panadería y las plantas bajas de los edificios... Repito: eso es para las dos primeras horas de ataque. ¿Está claro?... Debemos estar preparados psicológicamente para no titubear en ese momento. ¿Está claro, compañeros?... Continuamos compañeros. Atiendan acá...” Mientras tanto, a escasos metros y para tranquilizar a la población asustada, los mulaticos de enfrente, en plan Carpe diem, entonan una rumba esperanzadora:

Hasta Cienfuegos a pie
Qué pasó más chévere,
Hasta Cienfuegos a pie.
Príquiti pra, príquiti pra, pra pra.”


Y Pedro Juan sigue pedaleando por la escena cubana, hace una pequeña parada y toma notas bajo un almendro, como “Eloísa”, y lee los últimos poemas de R. Carver, y describe sus romances de impacto y finales psiquiátricos... Pedro Juan está agotado de tanta bicicleta así que se despide de todos ustedes en un tono medio atormentado en el magnífico relato que da título al libro: Carne de Perro. Dice eso de: “quince años atrás nunca sucedía nada, todos éramos buenos y correctos, obedientes, disciplinados. Ahora es lo contrario: todos somos malos e incorrectos. Las mujeres, callejeras, la gente cínica y perversa. Todos desesperados en una carrera loca y desenfrenada atrás del dólar nuestro de cada día. Hay que salir adelante como sea y dejar atrás la mierda...”
Al final, todos somos Carne de perro.


Roxana Popelka.

No hay comentarios: