domingo, 30 de octubre de 2011

LA VIDA EN QUINCE MINUTOS



                    

 Anochece. El escenario con un sofá-cama en el centro, una pequeña mesa y sobre ella un teléfono. En la esquina un lavabo y un espejo con un pequeño armario. La chica está tumbada dormitando en el sofá. Viste un chándal y una camiseta de andar por casa. Suena el teléfono, se incorpora y lo descuelga rápidamente. Lo vuelve a colgar después de hablar unas palabras.

 La chica         Ha llamado, viene dentro de 15 minutos, ¿me dará tiempo? (Mirándose la camiseta y atusándose el pelo, camina alrededor del sofá, nerviosa). Estoy hecha una birria, si me ve con esta pinta se muere. Tengo que depilarme (Va hacia el lavabo y se quita los pantalones deprisa), voy al baño corriendo, me paso la maquinilla de afeitar Gillette Woman por las piernas, antes me pongo crema de afeitar Sanex for Men con PH active. Hace tiempo que me depilo con Guillette, es muy cómodo, no tengo que ir a la cabina de estética, ni pedir hora, ni esperar, porque luego aunque pidas hora siempre hay que esperar. Me pregunto quién sería la primera mujer a la que se le ocurrió la maravillosa idea de depilarse, habría que excomulgarla. Generaciones y generaciones esclavas de la depilación –para siempre-. No sé por qué digo esto, la verdad es que ¡donde estén unas piernas depiladas! no como las de esas tías de Rumania o Hungría, bueno, da igual el país, lo cierto es que pasan de todo, van por la calle con unas minifaldas y con todos esos los pelos al aire, ¡qué asco! y les da igual, son unas guarras las ex comunistas esas. Hacen bien, aunque a mi no me gusta, estoy acostumbrada a la delicadeza, a la lisura, y para eso la Gillete es perfecta. Miro el reloj, me quedan 13 minutos. Me paso la mano por la pierna y compruebo la suavidad, perfecto, ahora la izquierda. Estoy nerviosa, ya lo sé, la excitación de la primera cita. Todavía tengo que lavarme el pelo, ducharme y arreglar un poco la casa. Tranquila -me digo-, tienes tiempo. Ahora me pongo crema de afeitar por toda la pierna izquierda hasta la rodilla, la extiendo bien. En los muslos no, no hace falta, sólo tengo algo de pelusilla. Me paso la cuchilla, sigo nerviosa, cada vez más. Acabo con las piernas y palpo su finura, ¡da gusto! Ahora las ingles y el pubis, con mucho cuidado. Extiendo la espuma de afeitar por toda la zona, es muy sensible y estoy nerviosa, sigo nerviosa. Primero la ingle izquierda, luego la derecha. Ahora el pubis, hacia abajo, en el mismo sentido del crecimiento de los pelos. Doy un repaso, no ha quedado bien. Esta vez en sentido contrario. Me gustaría rasurármelo entero, sí, es una barbaridad, sólo la mitad, ya lo sé, aunque queda como un pequeño bigotito ridículo, da igual, ya está. ¡Me he cortado, mierda! me sale sangre, busco el botiquín en el armario del baño y saco el frasco del agua oxigenada, echo un poco en la herida con un trozo de algodón, es por la cuchilla, que es nueva. Listo. Recorto los pelos sobrantes con las tijeras pequeñas, me los corto al ras. Bien, sólo faltan las axilas, es rápido, aunque luego me salen rojeces y granitos. No debería de depilarme con cuchilla. Pienso en hacerlo por láser. Ahora no, en primavera, sí, en primavera mejor. ¿Cuánto costará? Debe ser caro, no sé, no sé. 500 Euros; 550 a la una, 550 a las dos, no, mejor espero un poco. La cuchilla es barata y me saca de apuros. Primero la axila izquierda, después la derecha. Acabo con la depilación, menos mal, tenía unos pelos muy duros, es lo malo de usar cuchilla que los pelos crecen fuertes, pero no voy a cambiar a la cera, es una tortura, para el verano quizá, ya lo pensaré. Me quedan 8 minutos, me desvisto y me meto en la ducha, me enjabono todo el cuerpo con jabón de glicerina, estaba de oferta en Eroski, me gusta su olor, abro el grifo del agua caliente y me enjuago a toda prisa, ahora la cabeza, utilizo champú para lavados frecuentes, froto con energía, me lo aclaro y me seco con la toalla azul piscina que me regaló mi madre por Navidad, siempre me regala lo mismo, es muy sabia y práctica. Cojo el secador de mano Happy Dry de Ufesa, lo enchufo, me peino el pelo hacia atrás con el cepillo azul que lleva el logotipo de NH hoteles, lo cogí del baño de un hotel, en Vigo,  junto con el libro: noche de relatos, que estaba en la mesilla de noche y que edita esta amable cadena hotelera para sus clientes; Cuestión de Detalle... Pongo el secador al máximo volumen. Miro el reloj, quedan 5 minutos. Voy al armario, escojo las bragas de estampado sesentero, son modernas y van con todo. Extiendo el pantalón vaquero sobre la cama y le quito las arrugas con la mano, abro el cajón y me pruebo la camisa morada, no me gusta el escote tan cerrado, parece que llevo un collarín, me la quito y  la cambio por una camiseta negra, un valor seguro. Voy al salón a toda prisa, recojo el vaso con restos de Coca Cola de la mesa, las migas de pan de la cena y el plato lleno de cáscaras de pipas. Echo ambientador Air Wick esencia de pino por toda la casa, abro el armario de la cocina y saco unas velitas pequeñas, las coloco sobre la mesa del comedor, son amarillas, quedan bien y hacen juego con el jarrón de plástico que me regalé por mi cumpleaños. Ahora la musiquita, pongo el compact: Pearl, de Janis Joplin, demasiado fuerte –pienso- lo cambio por: Las músicas de Martinica, ¡pura esencia étnica! Es la hora, me miro en el espejo por última vez, me siento a esperar, estoy sentada esperando, pienso qué pasará, no, mejor no pienso nada, eso es, te estoy esperando, ¡ya!   

viernes, 7 de octubre de 2011

El escultor y su hermana (el fin del relato).


Ahora la hermana del escultor estira la mano y saca unos cantos rodados del agua y apunta a las ranas, quiere matarlas. La hermana del escultor se ensaña con los pequeños anfibios que escapan como relámpagos, y trata de perseguirlos, y tropieza, y se levanta de la tierra húmeda. La hermana del escultor mira sus rodillas ensangrentadas. Limpia con sus mugrientas manos sus rodillas teñidas de sangre y sigue andando porque la hermana del escultor, de nombre Diana, sabe que no debe pararse nunca. Lo leyó en alguna parte. Aunque no lo recuerda claramente. Baraja dos posibilidades; en la novela de David Herbert Lawrence: el amante de Lady Chatterley, o en: Lúcia Mc Cartney, de Rubén Fonseca.  Pero ahora es domingo y la hermana del escultor le pregunta a su hijo mayor la lección para el examen de mañana, y el hijo de la hermana del escultor no sabe nada, lo ha olvidado todo, ha olvidado dónde se colocan las unidades, las decenas o las centenas, y no recuerda qué altura tiene la montaña de Machu Picchu, ni dónde está la cordillera de los Andes, ni siquiera sabe contestar a la siguiente pregunta: ¿qué pueblo construyó hace más de 500 años, una gran ciudad-fortaleza?, y Diana, la hermana del escultor se enfada y pega un puñetazo en la mesa de la cocina, donde cada domingo le toma las lecciones a su hijo mayor. Y se desespera, y le dice a su hijo que como siga así, como siga sin dar golpe, sin atender en clase, lo va a mandar a vivir con su tío, el escultor. Y el hijo le pregunta que quién es ése, y su madre, la hermana del escultor, le dice que es una especie de anacoreta. Y le cuenta que su hermano corta pequeños trocitos de madera que utiliza para construir casas a modo de maquetas. Y el niño dice que él también quiere ser anacoreta y pintar pequeños trocitos de madera, y la madre aprueba la decisión, considera que es acertada.
Entonces, la hermana del escultor se sienta con la espalda bien recta en el borde de la silla, se calza las zapatillas de andar por casa y piensa que la naturaleza no obra milagros.