33PPM Roxana Popelka. Bartleby Editores, 2018.
Roxana Popelka describe las pequeñas catástrofes de lo
cotidiano en 33PPM
"...y solo tienen 16, sus rostros embadurnados de
maquillaje madrugan, se arreglan con esmero, aunque no es necesario ocultar
nada a los 16", escribe la autora
Etiquetar a un autor o un poemario es fácil si nos
quedamos en la superficie de lo expresado. Lo sería también quizá en una obra
como 33PPM, publicada por Bartleby Editores, pero no me atrevo a hacerlo,
especialmente cuando la categoría de "poesía social" se ha
convertido, por su frecuencia de uso, en una clase de cualificación reduccionista
de estilo y contenido.
33PPM es un poemario en el que el fragmento, la anécdota,
la anotación y la casualidad se advierten como resonancias de una realidad
profunda en la que el sujeto ha sido aniquilado por los convencionalismos de
una sociedad que, como define el propio Castells, se ha resignado a vivir bajo
el monopolio de la imagen y de la imagen como objeto consumo.
La poesía de Roxana Popelka es pura etnografía, un crisol
de acontecimientos que se fugan de un núcleo vivencial mucho más enérgico que
lo que aparenta. Se fugan de un vórtice que los versos evidencian en detalles
inéditos, introspectivos a la vez que universales.
Asoma la corporeidad de lo femenino como un reclamo de
experiencias que comprenden desde la infelicidad y el prejuicio hasta el
maltrato o el conformismo como forma de supervivencia: "quiero que mi
peluquería se anuncie en internet/ y hacer extensiones/ y que las extensiones
de las extensiones se conviertan en sacos de plumas esparcidos por el local
(...)" (pág. 37).
La poesía de Popelka se mueve en la angostura, en las
estrecheces, en las sugerencias que sumen a los sintagmas en una expresión que
combina momentos de intenso lirismo con otros que desafían al eslogan:
"recuerdo excusas discretas sin propina vestidas/ de uniforme (quítate la
falda las medias quítatelo)/ ahora son portales en blanco y negro/ hombres
cargando ¿más sacos de ese cok?/ restos de platos sucios hollín esparcido
(...)" (pág. 19).
Esa heterodoxia verbal, que recuerda a Szymborska, nos
adentra en microcosmos urbanos que significan mucho más que una mera protesta,
porque, si deja algo claro 33PPM, es que la protesta no es la única manera de
estar en el mundo, sino el principio de ser, de realizarse, de emocionarse
dejando atrás la frivolidad y el inmovilismo de quienes deciden esperar en vano
a que la suerte cambie dentro de un contexto mediatizado por la felicidad más
artificial que procura el consumismo. Estúpidos: " (...) pero soy un
artista"/ mientras tanto Tracey sostiene/ un buen puñado de billetes/ en su
entrepierna/ y titula su obra/ lo tengo todo" (pág. 28).
Una visión de las adolescentes, entre derrotista y
maternal, participa también de otra que va más allá de la mujer como amante y
amazona, para convertirla en una clase
de heroína en una sociedad en la que una pandemia de antihéroes parece
contagiar todo: "y yo te hablo de cuando la maternidad carecía/ de
significado/ y de depresión posparto/ entonces esta vez me escuchas con/
atención esta vez sí (...)" (pág. 48)
No me atrevo a etiquetar a 33PPM porque subyace un
mensaje febril, incómodo, visceral, ajeno a ese afán por defender de forma
explícita derechos civiles o situaciones de injusticia. No, no es eso. Hay algo
más. Popelka sabe que ha de moverse en los márgenes, como Dylan Thomas, para
lograr ese efecto eficaz de la reflexión como emoción, pues, de alguna manera
inexplicable, el lector reconoce en estos versos que hay un componente trágico
detrás de esa forma de indagar en los objetos, en las superficies, en los
rostros, en los reflejos, en el maquillaje, en los anuncios, en caramelitos de
fresa, en los asientos de atrás: "hubo un tiempo de mujeres solas
condenadas/ al vacío desprestigio general no traspasaban/ umbrales imposible/
desconocían palabras como jauría vulva/ satisfacción abandonadas a tipos raros/
no las amaban (...)" (pág. 45)
Por MANUEL GARCÍA PÉREZ, es doctor en Filología Hispánica
por la Universidad de Murcia y licenciado en Antropología por la UNED. Premio
Nacional Fin de Carrera, fue coordinador del área de Sociedad y Cultura de
MUNDIARIO, donde actualmente es columnista y crítico literario. Docente,
investigador y escritor de narrativa juvenil, su última obra es el poemario Luz
de los escombros.
TAN LEJOS DE DIOS
Editorial Baile del Sol. Tenerife, 2014
Roxana
Popelka (Gijón,
1966) hace literatura con las cosas pequeñas. Con los objetos, las palabras,
los sentimientos que suele manejar la gente común, por lo general desechables y
desde luego muy alejados de esas grandes
sensaciones que, se supone, mueven cuentos y novelas. Para la asturiana, la
vida, como titula uno de sus cuentos, «se compone y se descompone con pasmosa
facilidad». La felicidad o la desgracia, la fortuna o la desesperación dependen
de cosas muy pequeñas que, normalmente, están en manos de otros: del padre que
se marcha, de repente, sin más explicaciones, y deja sola a la familia; del
tipo que miente por instinto; incluso del bebé inocente que no para de llorar.
En los cuentos de Popelka —que aspiran, como los buenos libros, no
tanto, o no sólo, a entretener como a verter una visión sobre la vida—, los
personajes, como quizás todos nosotros, carecen de una personalidad firme y
rocosa, de un arraigo a la manera de los caracteres novelísticos antiguos: si
nos podemos mirar en ellos no es con admiración, sino sintiéndonos iguales en
su torpeza, en su desorientación, en sus dudas… Tipos que condicionan su vida,
dando un giro busco a sus estudios, en función de un arranque emocional, de una
discusión, o sencillamente de la posibilidad de aprovechar una beca en un país
lejano, aunque no les interese demasiado el país ni la carrera. Gente como en
“Una señora bien” o “Vuelo directo”, que ha llegado a lo que desde lejos puede
verse como una cúspide, pero que en el fondo de sí presienten, saben, que la
vida les ha llevado hasta allí como podría haberles llevado a cualquier otro
sitio, al lado opuesto incluso. Aquel desorientado del colegio —pero no más que
cualquiera de nosotros— convertido, de pronto, a los ojos de todos, en un
triunfador; o aquella mujer bien acomodada a la que le gustaría sentir las
miserias y el dolor, pero la firmeza sentimental al fin, de un artista...
«Así que a
partir de ahora podía ocurrir cualquier cosa…»
Esta frase,
tan sencilla, es la que marca el borde del barranco en el que parecen
desarrollarse los cuentos de Popelka, siempre al filo de que, como en el
famoso principio, el aletear de una mariposa en Brasil, un hecho por completo
ajeno e incontrolable, lo desmorone todo, por más firme que parezca. Sucesos
nimios como una mujer, o un hombre, con quien de pronto se encuentra la pareja;
incluso algo tan cotidiano como una charla con la persona que tienes al lado,
tu hijo o tu hija, que se supone dependen de ti pero que de pronto te muestran
algo que siempre has ignorado.
Es
formidable el breve cuento “El escultor”, la mujer que se desespera ante las
dificultades para aprender de ese hijo que siempre ha soñado sería más
inteligente que ella. Uno de los mejores cuentos que he leído desde hace
tiempo. Un gran valor de los cuentos de Popelka es que en ellos la vida
se pinta de manera tan difusa —como al fin y al cabo es—, sin que exista en
ella una posición precisa en la que aposentarse, que incluso la postura ante un
mismo hecho varía sin causa aparente. Y allí donde puede admirarse
—“Presentación”— la entereza de una joven y el desprecio que siente hacia su
padre, que las abandonó a su madre y a ella, en el siguiente cuento, “Tan lejos
de Dios” parecida postura nos parece ruin y despreciable cuando, gratuitamente,
una protagonista parecida le jode la vida al padre que se marchó de casa; en
sólo diez páginas, el lector ha empatizado con el personaje supuestamente
odioso y mira con desprecio a quien en principio debía admirar.
Ese cambio
de punto de vista, de verdadera maestría literaria, prueba última de que en la
vida no hay nada cierto y todos estamos tan lejos de Dios como de cualquier
tipo de verdad inamovible, hace de este libro de Roxana Popelka un
pequeño volumen digno de ser buscado por las bibliotecas, y encontrar luego un
hueco para leerlo. Un libro en apariencia pequeño, como las sencillas cosas de
las que se habla en él, pero con muy grandes destellos de calidad.
Por
Miguel Baquero. Blog literario: latormentaenunvaso.blogspot.com
Cumpleaños Feliz
Editorial Baile del Sol. Tenerife, 2010
ÁCIDA Y LACERANTE
Toda una experiencia, de
la que uno no se arrepiente, es la lectura de los poemas e imágenes de la
asturiana Roxana Popelka, que habla de búsqueda y pasión, de amores perdidos,
de identidad y de pasado, de modernidad.
Cumpleaños feliz (Poesía, 1989-2009) de Roxana Popelka (Gijón, 1966), es una
selección de poemas de múltiples registros publicados durante esos veinte años,
en los que se ve el buen y progresivo hacer creativo de esta autora fiel a sus
inquietudes temáticas, desde su ética y estética. Poesía ácida, lacerante, que
altera el funcionamiento normal del cerebro de quien la lee y lo puede
convertir en adicto.
La antología también
recoge imágenes de la propia autora que se hacen poema. Certeras metáforas.
Por Enrique Villagrasa en
QUÉ LEER, nº 176
Todo
es mentira en las películas.
Editorial Baile del Sol.
Tenerife, 2009
VIDA
Natalia se depila antes de una cita y enumera
marcas de cuchillas y de geles, hipermercados con descuentos fabulosos. Luis
duerme en un colchón que ocupa la parte trasera de su furgoneta, por si la
noche y la carretera juegan en su contra; hojea el periódico frente al café. P
desencadena la zozobra, escucha los mensajes de su contestador automático,
asiste a las reuniones de padres del colegio. Accedemos a Todo es mentira en las películas de un empujón, sin descripciones
que nos embriaguen ni citas lapidarias acerca del sentido de la vida, guiados
por una voz aséptica, notarial no sólo en los análisis, los extractos de la prensa
o los folletos de viajes. Caemos en un relato dispuesto a modo de patchwork, que se presenta como novela
pero muta en libro de cuentos, poemario, guión de ese cine cuya honestidad
cuestiona, fragmentos de unas vidas que podrían truncarse en la puerta de al
lado, sin que nos enterásemos de sus problemas. Porque en la pantalla grande,
comenta Luis, los protagonistas se aburren en unas vacaciones eternas. Y
—añadimos nosotros— las relaciones humanas se desarrollan en tobogán, rápidas y
fáciles, con textura de papilla y credibilidad de humo
La vida, esa que te despierta a las seis de la
mañana y te desvela con las facturas por pagar, funciona de otra manera:
mientras el celuloide nos muestra puros y perfectos, la rutina nos saca los
colores y las ojeras. La literatura de Roxana Popelka se cimienta en la imagen
y la acción, acribilla con gestos, pero nos habla del mundo desde la verdad.
Flaubert se jactaba de ser Madame Bovary, y el lector —o lectora— de Todo es mentira en las películas no erraría al confesarse
Natalia Otero: sus recuerdos, sus dudas, sus alegrías, nos han ocurrido.
Reconocemos las excursiones de su infancia, el paisaje de su vida adulta, la
música que anima sus tardes y la que deprime aún más su soledad. Roxana no
tiene miedo a nombrar, a citar diversos ecos propios y contemporáneos, a situar
a sus personajes en un entorno real: caducan las ideas, no las referencias, que
atan nuestros pies al suelo.
Roxana Popelka nos aboca al dolor porque subraya
nuestros fracasos e imperfecciones: Todo
es mentira en las películas no funciona como una novela, sino como un
espejo. Releo a Roxana y, justo entonces, por esos caprichos del azar, descubro
a Annie Ernaux. «Siempre quise escribir como si no fuera a estar cuando
publicaran lo escrito. Escribir como si fuera a morirme y ya no hubiera jueces.
Aunque es posible que sea una ilusión creer que el advenimiento de la verdad
depende de la muerte». Me gustaría pensar que la intensidad de las primeras
líneas de La ocupación, su vocación
de poética abismal, establece un vínculo casi familiar con la obra de Roxana
Popelka. Todo es mentira en las películas
apuesta —aleluya— por el riesgo y la crudeza; nos abofetea e incomoda.
Duele tanto. Es vida, y es de verdad.
Prólogo de la novela: Elena Medel

Tortugas acuáticas.
Editorial Baile del Sol. Tenerife, 2006
Dentro de lo que últimamente
se ha venido a denominar Nuevo Realismo, la voz de Roxana Popelka se
revela como una de las más lúcidas e intensas de la actualidad, profunda,
incisiva y salvaje, al tiempo que nítida y tierna. Tortugas acuáticas,
su primer libro de cuentos, disecciona con una inusual madurez el entramado de
la pretendida sociedad de bienestar en que vivimos, sus miserias latentes, sus
mentiras y servidumbres, sus trampas, su automatización, sus consecuencias
anímicas y sus secuelas. Las relaciones de pareja, los problemas de
comunicación, los fracasos sentimentales, el trabajo, los hijos, el paso del
tiempo, la convivencia y los sueños rotos son los hilos conductores de este
magnífico conjunto de relatos que la autora reúne por primera vez en formato de
libro, tras varias (brillantes) incursiones en el campo de la poesía, la
pintura, la fotografía y el diseño gráfico. Diversidad de doctrinas que cristalizan
en una prosa cortante y áspera, a veces irónica y otras tierna, siempre
reflexiva, rica en matices y tonos, tan corrosiva y desoladora como el propio
tiempo en que vivimos. Una voz femenina sorprendente y reveladora, imprescindible
dentro del panorama actual de la nueva narrativa española.
Vicente Muñoz Álvarez
Simplemente nada común.
Ateneo
Obrero de Gijón. Gijón, 1991
Roxana Popelka
con lucidez, escepticismo y sequedad, con una técnica casi fotográfica, capta
las imágenes en sus momentos de esplendor, de mayor significado.
Ciudad del Norte.
Colección de autor. Gijón, 1989
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