El escultor trabaja dieciséis horas.
Trabaja todos los días, incluidos los domingos. No tiene vacaciones, ni piensa
en ellas. Ha olvidado los placeres mundanos: comer bien, sestear, trasnochar.
El escultor no tiene amigos, los ha perdido. Su fama de asocial lo fue alejando
de los seres humanos. Ni siquiera se comunica con su familia. Parecería no
tener familia, aunque la tiene. Existe una hermana que vive en otro país y
habla otro idioma, y a veces, cuando está cansada de tanto pelear con sus
hijos, de ir a buscarlos al colegio, darles la merienda y preguntarles cuáles
son algunas de las características de los insectos, se detiene un instante
–como abstraída-, y ve a su hermano cortando madera; pegando los pequeños
trocitos de madera, secando los trocitos de madera, pintando cuidadosamente los
pequeños trocitos de madera y construyendo unas casas a modo de maquetas. A
continuación se imagina cómo su hermano cierra la puerta del estudio con
suavidad y se dirige al río, sí, a ese caudaloso donde jugaban de pequeños. Lo
figura subido a una afilada roca cercana a la orilla tirando piedras
desgastadas al agua, oye perfectamente el ruido de las piedras: plof, plof.
Observa cómo saltan las ranas y a unos renacuajos nadar a contracorriente. Lo
percibe todo con nitidez. Ahora la hermana del escultor estira la mano, saca
unos cantos rodados del agua y apunta a las ranas, quiere matarlas. La hermana
del escultor se ensaña con los pequeños anfibios que escapan como relámpagos, y
trata de perseguirlos y tropieza; se levanta de la tierra húmeda. La hermana
del escultor mira sus rodillas ensangrentadas. Limpia con sus mugrientas manos
sus rodillas teñidas de sangre y sigue andando, porque la hermana del escultor,
de nombre Diana, sabe que no debe pararse nunca. Lo leyó en alguna parte, aunque
no lo recuerda claramente. Baraja dos posibilidades, en la novela de David
Herbert Lawrence El amante de Lady
Chatterley, o, Lúcia Mc Cartney,
de Rubén Fonseca. Es domingo y la hermana del escultor le pregunta a su hijo
mayor la lección para el examen de mañana. El hijo de la hermana del escultor
no sabe nada, lo ha olvidado todo. Ha olvidado dónde se colocan las unidades,
las decenas o las centenas. No recuerda qué altura tiene la montaña de Machu
Picchu, ni dónde está la Cordillera de los Andes, ni siquiera sabe contestar a
la siguiente pregunta: ¿qué pueblo construyó hace más de 500 años una gran ciudad-fortaleza?
Así que Diana, la hermana del escultor, se enfada y pega un puñetazo en la mesa
de la cocina donde cada domingo le toma las lecciones a su hijo mayor. Y se
desespera. Le dice a su hijo que como siga así, como siga sin dar golpe, sin
atender en clase, lo va a mandar a vivir con su tío, el escultor. Entonces el
hijo le pregunta que quién es ese y su madre, la hermana del escultor, le dice
que es una especie de anacoreta. Le cuenta que su hermano corta pequeños
trocitos de madera que utiliza para construir casas a modo de maquetas. El niño
dice que él también quiere ser anacoreta y pintar pequeños trocitos de madera.
La madre aprueba la decisión, considera que es acertada. Entonces la hermana
del escultor se sienta con la espalda bien recta en el borde de la silla, se
calza las zapatillas de andar por casa y piensa que la naturaleza no obra
milagros.
lunes, 30 de diciembre de 2013
miércoles, 13 de noviembre de 2013
Berlín,
2009.
Como
no tengo hermana
tal
vez
imagino
que la acompaño a uno de esos cabarets donde se aprecian figuras humanas
descompuestas
por palizas, bofetadas
cuerpos
atravesados por el tiempo, acodados, sin sonrisa ─sólo mueca─
Ella
─no tengo hermana─, me cede un asiento
[como
de hermana mayor]
Me
tranquiliza verla mirándose al espejo. Sin maquillaje, sin sonrisa ─sólo mueca─
tan
fría, calculando las gotas de licor que caen de su botella vacía hacia mi vaso.
domingo, 27 de octubre de 2013
jueves, 25 de julio de 2013
miércoles, 24 de julio de 2013
2013 de Poesía. Día 205. Roxana Popelka
La misma fuerza que conserva
un proyectil disparado
cuando se aleja de la mano del
lanzador.
Y creo que esa misma
fuerza la utilizo
para levantarme cada día,
para volver cada noche
al mismo punto de encuentro, porque
no hice caso de la última frase que
me dijiste cuando te ibas:
“No merece la pena
los planetas seguirán girando
alrededor del sol”.
Publicado por
el blog de baile un proyectil disparado
cuando se aleja de la mano del
lanzador.
Y creo que esa misma
fuerza la utilizo
para levantarme cada día,
para volver cada noche
al mismo punto de encuentro, porque
no hice caso de la última frase que
me dijiste cuando te ibas:
“No merece la pena
los planetas seguirán girando
alrededor del sol”.
sábado, 8 de junio de 2013
viernes, 24 de mayo de 2013
NURIA Y HÉCTOR. PORQUE TE VAS
Exterior día, ¿o es interior día? ¿Por qué están dentro del parking a punto de coger el coche? Héctor parece alterado, camina con gestos enérgicos y mantiene un rostro muy serio. Nuria está más relajada, camina a su lado e intenta sonreír.
NURIA: Deja,
conduzco yo.
HÉCTOR: No
hay prisa, vamos con tiempo.
N: ¿Allí
quién te espera?
H: Nadie,
voy en autobús hasta el pueblo.
N: Pero
tienes que esperar mucho.
H: Leo el
periódico, yo qué sé.
N: ¿Tu
madre está en casa?
H: No, creo
que está con una prima hasta que yo llegue.
N: ¿Y tu
hermana?
H: Ya sabes
que mi hermana está fuera y no puede venir.
N: Pues no
sé por qué, bien que viene por Navidades a recoger el aguinaldo.
H: Porque
es fiesta en todos lados, atiende: no hay otra solución, tengo que ir yo, además
ya se han acabado las clases y tal vez no tenga que volver.
N: Yo iría
contigo, pero ahora no puedo, tal vez para el otro fin de semana. ¿Qué vas a
hacer allí, lo sabes?
H: Pues lo
primero es llevar la casa rural, mi madre con la escayola estará unos tres
meses sin poder hacer nada.
N: ¿Y como
va a aguantar el negocio? Tendrá que cerrar.
H: Bueno ahora
lo que hay que ver es como está ella y ya iremos arreglando las cosas.
N: ¿Pero
hay gente ahora en el hotel?
H: Sé que
tenía dos habitaciones alquiladas, menos mal que ya pasó el puente.
N: ¿Pero
qué hacia tu madre subida a un tractor?
H: En el
campo se hace de todo.
N: ¿Tú
sabes llevar el hotel?
H: Sí,
claro que sé hacerlo, aunque no me apetece cambiar las sábanas de otros. Ella
daba desayunos y además tenía gallinas.
N: ¿Cuánto
tiempo vas a estar allí?
H: Ni idea,
ya sabes cómo son estas caídas, el asunto es que tal y como están las cosas el
hotel no se puede cerrar. No nos lo podemos permitir.
N: Si
claro, es una faena pero creo que es lo mejor.
H: ¿Tú, qué
harás?, ¿quién te va a hacer ahora la comida?
N: Como por
ahí, eso no es problema.
H: El
problema es quién va a atender a mi madre, tendré que darle de comer, fregar y demás
gaitas; pero lo que me preocupa es tener que limpiarla y moverla en la cama y
todo eso. Tengo que encontrar a alguien, yo no estoy preparado.
N: El
problema es que hay que pagarlo.
H: El hotel
funciona bien, por ahora.
N: Pues
dedícate al hostal y contrata a alguien que esté pendiente de ella.
H: Parece
que todo se pone en contra últimamente, ¿será por la bondad?
N: ¿Qué
bondad?
H: La que
estamos acostumbrados a ofrecer a los demás. Cuanto más das menos recibes.
N: Me
gustaría que nada me afectara. En algunas situaciones lo mejor es dejarse
llevar.
H: Y dejar
que a tu alrededor todo se convierta en un caos.
N: ¿Es que
crees que solo tú puedes arreglar las cosas?, ese es tu problema, que te crees
imprescindible.
H: Vamos a
ver, si yo no voy a cuidar a mi madre y de paso a llevar el hotel, nadie lo va
a hacer.
N: No sé
por qué nos creemos imprescindibles, es un problema nuestro.
H: ¿Generacional,
a eso te refieres?
N: No,
nuestro. Pensamos que sin nosotros no funciona nada.
H: Y ahora
qué pasará con nosotros…
N: Pues nos
dedicaremos por un tiempo a cuidar de los demás, es lo que toca.
H: Es lo
que siempre nos ha tocado. ¿Y quién cuidará de nosotros?
N: Nadie,
hay que asumirlo; ni la familia ni el estado. Como tú dices nos gasearán, somos
un estorbo.
H: Todo se
reduce a complacer a los demás.
N: No seas
tremendista, hoy por ti mañana por mi, y madre no hay más que una; además te
acabas de quedar sin trabajo.
H: Ves, no
hay mal que por bien no venga, mientras haya salud… Si al final tengo una
suerte bárbara.
N: Tal vez
haya que plantearse las cosas de otro modo.
H: ¿Hablas
de nosotros, de nuestra relación?
N: No, la
vida entera. Yo que sé… Que pocas veces en realidad eres libre. Tiene que ver
con algo más existencial.
H: Qué
puede ser más existencial que lo que siento por ti, acaso crees que te quiero
para mandarte mensajitos y echar un polvo de vez en cuando.
Si la cosa
se alarga, ¿vendrás?
N: Mejor
pensar en los dos próximos meses, no podemos mirar más allá.
H: Ya, es
verdad, hay que ser realista, es lo que hay. Una madre de 76 con la cadera rota
y una casa rural que atender. Yo en paro y a 500 km de distancia: precioso.
N: No tiene
sentido enfadarse, te acompaño, ¿lo llevas todo?
H: Mejor
voy sin nada, así, ligero de equipaje.
N: No
pienses que la distancia es una prueba, nosotros ya la hemos pasado.
H: No es
una prueba, es una puñalada.
N: No digas
eso, dentro de quince días voy a verte.
H: Así que
dos semanas sin vernos.
N: Tengo
que trabajar.
H: ¿Y si me
tengo que quedar todo el verano, qué hacemos?
N: No sé,
ya pensaremos algo. Esto es inmediato.
H: Tú a Boston y yo a California, qué bien
lo vamos a pasar, al fin tendrás todo el tiempo para ti.
N: Sí, me
iré de fin de semana. Anda, no digas bobadas.
H: Ya
llegamos, mira a ver si hay sitio en el parking.
N: No,
antes doy una vuelta a la manzana a ver si hay un sitio libre, que cuesta
carísimo.
H: Todavía
no entiendo por qué la llaman Estación Sur si va al norte.
N: Un
vestigio del pasado, son así de cómicos.
H: Pues
hacen tanta gracia como Martínez Soria y Rajoy juntos.
N: Antes sí
que era un cutrerío de estación.
H: Ya,
ahora los pobres son más elegantes, se ve que tienen estudios.
N: ¿Llevas
algo para leer?
H: Las Putas asesinas, haber si se me pega algo.
N: No te
veo de puta, y tampoco de asesina.
H: No coño,
de escritor.
N: Te
acompaño hasta el bus y espero a que metas la maleta.
H: ¿Cuánto
me vas a echar de menos?
N: Bastante
más de lo que crees.
H: Sí,
seguro que ahora aprovechas para irte con las amigotas y ponernos a parir.
N: Ya, eso
es lo típico pero no en este caso, voy a subir al teleférico de la Casa de Campo.
H: No se me
ocurre nada más emocionante, casi es peor que echarles de comer a las gallinas.
N: Hablando
de gallinas, ¿hablaste con tu hermana?
H: No,
cuando llegue al pueblo la llamo.
N: ¿Sabe
que cayó tu madre?
H: Yo no se
lo dije.
N: ¿Y por qué
no? No crees que ya está bien… los reyes son los padres, ¿no?
H: ¿Y
cuando fue la última vez que fue tu hermano a ver a tu madre? Por mucho que
quieras las cosas son como son.
N: Pero mi
familia no tiene a una tía loca encerrada en una cuadra.
H: No, lo
que tiene es a un padre que se fugó con todo el dinero de tu madre.
Cría Cuervos…
Imagen Natalia Pastor
Texto Roxana Popelka y Juan Carlos Suárez
Etiquetas:
NURIA Y HÉCTOR,
TEXTOS TEATRALES
viernes, 10 de mayo de 2013
jueves, 25 de abril de 2013
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