La otra poesía
Mis vecinos, los del 7º-C, son huidizos y vergonzosos. Quisiera saludarlos amablemente por las mañanas, en el ascensor, como hace todo el mundo, o encontrármelos en el portal cuando bajo a tirar la basura. Pero nunca coincidimos. No siguen unas pautas regulares en su vida cotidiana. Deben salir por la chimenea vestidos de deshollinadores, aunque no estemos en Navidad, ni el cuento de Mary Popins. Todo eso da igual porque mis vecinos, aunque esquivos, escuchan poesía fonética a altas horas de la madrugada. Los oigo a través de la pared del salón mientras escuchan “variaciones del poema a Anna Blume” de Kurt Schwitters, o el sonido transgresor y experimental de Bartolomé Ferrando. Mis vecinos son de esa clase de personas que defienden una visión más enriquecedora de concebir la poesía y su papel en nuestra sociedad. Consideran que ésta debe abrirse a su entorno más inmediato, y que debemos ampliar las fronteras de nuestro conocimiento sin establecer un límite preestablecido, buscar en la diferencia.
Después de la conmemoración del día mundial de la poesía celebrado el pasado 21 de Marzo, mis vecinos me han invitado a su casa, han sacado de los estantes; libros, vídeos, música. Y me han mostrado que existen otros poetas que no están en los libros de texto, ni en las antologías. Son poetas visuales, fonéticos, etcétera. “Están ahí”, han dicho. Y son muy valiosos aunque sean desconocidos y no ganen importantes premios. Mis vecinos dicen que la búsqueda y la indagación debe convertirse en el trabajo del verdadero poeta. Por eso hemos celebrado, a nuestra manera, el día mundial de la otra poesía.
Roxana Popelka
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miércoles, 25 de marzo de 2009
miércoles, 11 de marzo de 2009
Entrevista con tres fotógrafas. Por Roxana Popelka
Conversamos con Paula Anta, Ami Chang y
Rosell Meseguer, tres artistas que no sólo reflejan
la realidad: la desmenuzan con honestidad en sus
fotografías. Un disparo es más que suficiente para
percibir la raíz intimista de sus propuestas. Se
convierten, por arte de magia,
en cronistas de las ciudades por las que transitan.
Capturan la realidad a través de sus imágenes
con espléndida intensidad humana.
Paula Anta, Rosell Meseguer y Amy Chang
representan a una nueva generación de
fotógrafas (apenas superan la treintena)
que escarban en el entorno para retratar
lo que la ciudad no enseña a primera vista.
Los primeros pasos
Paula: Hice la carrera de piano, después
me licencié en Artes Plásticas. El proceso
de aprendizaje musical es muy duro, exige
mucha disciplina, pero me ha servido para
trasladarlo a la fotografía: no ha sido un
tiempo perdido. Me considero fotógrafa,
aunque también hago vídeo. De hecho,
compongo la música de mis vídeos.
Rosell: Soy la única de mi familia que se
dedica a la creación. Supongo que todo
se remonta a la infancia: el recuerdo de
un cachalote varado en la orilla, el haber
bajado al interior de una mina... Más tarde,
ya en Madrid, estudié Artes de la Imagen
y acabé haciendo Fotografía. Es un medio
que me resulta más adecuado para contar
36 37
lo que quiero. Tengo un interés especial
en el concepto de archivo, de todo lo que
significa guardar.
Amy: Yo estudié Sociología y Ciencias
Políticas, luego hice Fotoperiodismo. De
pequeña jugaba con una cámara de mi
madre y entraba en el laboratorio. Más
adelante hice muchas fotos en la calle,
hasta que me di cuenta de que la fotografía
era el mejor modo de expresar lo que
quería; es una herramienta rápida y práctica,
además capturas mucha información
y los resultados son inmediatos.
Paula: Hice la carrera de piano, después
me licencié en Artes Plásticas. El proceso
de aprendizaje musical es muy duro, exige
mucha disciplina, pero me ha servido para
trasladarlo a la fotografía: no ha sido un
tiempo perdido. Me considero fotógrafa,
aunque también hago vídeo. De hecho,
compongo la música de mis vídeos.
Rosell: Soy la única de mi familia que se
dedica a la creación. Supongo que todo
se remonta a la infancia: el recuerdo de
un cachalote varado en la orilla, el haber
bajado al interior de una mina... Más tarde,
ya en Madrid, estudié Artes de la Imagen
y acabé haciendo Fotografía. Es un medio
que me resulta más adecuado para contar
36 37
lo que quiero. Tengo un interés especial
en el concepto de archivo, de todo lo que
significa guardar.
Amy: Yo estudié Sociología y Ciencias
Políticas, luego hice Fotoperiodismo. De
pequeña jugaba con una cámara de mi
madre y entraba en el laboratorio. Más
adelante hice muchas fotos en la calle,
hasta que me di cuenta de que la fotografía
era el mejor modo de expresar lo que
quería; es una herramienta rápida y práctica,
además capturas mucha información
y los resultados son inmediatos.
Espíritu nómada
Paula: Estoy bastante vinculada a
Alemania, donde sigo manteniendo un
estudio. En 2008 estuve en tres continentes,
pero he fotografiado principalmente
los países del norte de Europa. Me siento
como una coleccionista de lugares. Existe
una relación muy especial entre la fotografía
y el viaje como género.
Rosell: Fui a Chile a exponer un trabajo y,
a partir de ahí, he conocido otros lugares
de Sudamérica que aparecen en mis fotografías.
En mi caso existe una necesidad
de buscar fuera de mi país, incluso de
llevar un mismo tema a otra parte.
Amy: He crecido en Houston (Texas), y
llevo viviendo en Madrid desde 2003. Mi
opinión es que cuando habitas un lugar
que no es tu entorno aprendes a ver diferente
y, al mismo tiempo, lo comparas con
otros países donde has estado.
Paula: Estoy bastante vinculada a
Alemania, donde sigo manteniendo un
estudio. En 2008 estuve en tres continentes,
pero he fotografiado principalmente
los países del norte de Europa. Me siento
como una coleccionista de lugares. Existe
una relación muy especial entre la fotografía
y el viaje como género.
Rosell: Fui a Chile a exponer un trabajo y,
a partir de ahí, he conocido otros lugares
de Sudamérica que aparecen en mis fotografías.
En mi caso existe una necesidad
de buscar fuera de mi país, incluso de
llevar un mismo tema a otra parte.
Amy: He crecido en Houston (Texas), y
llevo viviendo en Madrid desde 2003. Mi
opinión es que cuando habitas un lugar
que no es tu entorno aprendes a ver diferente
y, al mismo tiempo, lo comparas con
otros países donde has estado.
El origen de un proyecto
Paula: Lo primero es una idea. Antes de
irme a un lugar paso meses investigando,
recopilando material: soy muy lenta. Mis
series suelen durar varios años, durante
los cuales cambia mi forma de mirar y de
entender esa realidad. La curiosidad se
agranda a medida que profundizo en el
tema. Los motivos que fotografío están
buscados con toda intención, pero las
imágenes surgen de una situación encontrada.
Creo que la fotografía es la técnica
que te brinda más inmediatez, te enfrentas
a ella de una forma muy brusca, con
valentía. Lo comparo con el puenting: hay
que echarle narices y lanzarse.
Rosell: En mi caso también hay una investigación
sobre el lugar que se establece a
través de un vínculo cercano, normalmente
una vivencia de la infancia. A partir de esas
experiencias vuelvo a los sitios. Aunque
también me interesa lo inesperado. Por
ejemplo, me encontré con las inmensas
industrias salitreras de Chile cuando iba
en el autobús. Me encanta dejar aspectos
abiertos al azar; siempre confío en
algo intuitivo. Por otra parte, ordenar las
imágenes y documentar el proyecto es
muy atrayente... aunque me produce cierta
ansiedad el final del proceso, elegir los
tamaños es durísimo.
Amy: Disfruto cuando interactúo con la
gente a la que retrato; elegir los espacios
y relacionarme con las personas es lo
que más me gusta. Después llegan las
dudas, la parte de después de la foto me
resulta muy compleja. A la hora de crear
voy apuntando mis ideas en el ordenador.
Tengo unas carpetas de proyectos,
Paula: Lo primero es una idea. Antes de
irme a un lugar paso meses investigando,
recopilando material: soy muy lenta. Mis
series suelen durar varios años, durante
los cuales cambia mi forma de mirar y de
entender esa realidad. La curiosidad se
agranda a medida que profundizo en el
tema. Los motivos que fotografío están
buscados con toda intención, pero las
imágenes surgen de una situación encontrada.
Creo que la fotografía es la técnica
que te brinda más inmediatez, te enfrentas
a ella de una forma muy brusca, con
valentía. Lo comparo con el puenting: hay
que echarle narices y lanzarse.
Rosell: En mi caso también hay una investigación
sobre el lugar que se establece a
través de un vínculo cercano, normalmente
una vivencia de la infancia. A partir de esas
experiencias vuelvo a los sitios. Aunque
también me interesa lo inesperado. Por
ejemplo, me encontré con las inmensas
industrias salitreras de Chile cuando iba
en el autobús. Me encanta dejar aspectos
abiertos al azar; siempre confío en
algo intuitivo. Por otra parte, ordenar las
imágenes y documentar el proyecto es
muy atrayente... aunque me produce cierta
ansiedad el final del proceso, elegir los
tamaños es durísimo.
Amy: Disfruto cuando interactúo con la
gente a la que retrato; elegir los espacios
y relacionarme con las personas es lo
que más me gusta. Después llegan las
dudas, la parte de después de la foto me
resulta muy compleja. A la hora de crear
voy apuntando mis ideas en el ordenador.
Tengo unas carpetas de proyectos,
trabajos
que me gustaría desarrollar. Suelo
hacer fotos sin una idea concreta y, si sale
bien, hago una serie. También me inspiro
en la prensa, en las noticias raras. Soy
adicta al New York Times.
que me gustaría desarrollar. Suelo
hacer fotos sin una idea concreta y, si sale
bien, hago una serie. También me inspiro
en la prensa, en las noticias raras. Soy
adicta al New York Times.
Miradas sobre la intimidad
Paula: Lo íntimo en mi trabajo se encuentra
en la relación personal que establezco
con los lugares que fotografío, como en
el trabajo Journal de hotel. Se produce
una atracción hacia el entorno que funciona
como espacio íntimo. En el caso de
las camas es muy evidente: son hoteles
donde he vivido. En las fotos sobre jardines
botánicos Palmehuset [uno de sus
últimos trabajos], siento mucha intimidad
a pesar de que sean lugares públicos.
Rosell: Me influyó un viaje que hice a la
India, donde la gente usa los espacios
públicos como si fueran privados: duermen,
comen... Los espacios abiertos que
fotografío los hago míos, intimo con ellos.
Paula: Lo íntimo en mi trabajo se encuentra
en la relación personal que establezco
con los lugares que fotografío, como en
el trabajo Journal de hotel. Se produce
una atracción hacia el entorno que funciona
como espacio íntimo. En el caso de
las camas es muy evidente: son hoteles
donde he vivido. En las fotos sobre jardines
botánicos Palmehuset [uno de sus
últimos trabajos], siento mucha intimidad
a pesar de que sean lugares públicos.
Rosell: Me influyó un viaje que hice a la
India, donde la gente usa los espacios
públicos como si fueran privados: duermen,
comen... Los espacios abiertos que
fotografío los hago míos, intimo con ellos.
Amy: En El nuevo paisaje urbano español,
la intimidad la establezco al contar la historia
de la inmigración en Madrid, ya que
es mi historia: me siento identificada con
ellos y muestro esos espacios, las tiendas,
donde pasan sus días.
Paula: Ninguna hacemos autorretratos,
pero nuestro trabajo habla sobre nosotras.
Cómo vivir de la fotografía
Rosell: Es muy duro ser profesional. Yo
tengo que compaginarlo con dar clases.
Paula: También doy clases, pero intento
que sea lo mínimo. Me parece peligroso
depender de otro trabajo.
Amy: Yo me dedico a la fotografía comercial,
lo que me permite crear fotos artísticas.
De este modo no me siento presionada
por el público.
la intimidad la establezco al contar la historia
de la inmigración en Madrid, ya que
es mi historia: me siento identificada con
ellos y muestro esos espacios, las tiendas,
donde pasan sus días.
Paula: Ninguna hacemos autorretratos,
pero nuestro trabajo habla sobre nosotras.
Cómo vivir de la fotografía
Rosell: Es muy duro ser profesional. Yo
tengo que compaginarlo con dar clases.
Paula: También doy clases, pero intento
que sea lo mínimo. Me parece peligroso
depender de otro trabajo.
Amy: Yo me dedico a la fotografía comercial,
lo que me permite crear fotos artísticas.
De este modo no me siento presionada
por el público.
Relación con el éxito
Paula: Dejar legado es muy difícil con tanta
gente dedicada al arte. No me lo planteo, no
siento ambición por alcanzar la fama.
Rosell: Lo que me interesa de mi trabajo
es que sirva para conectar a la sociedad.
Necesitas un reconocimiento, aunque no
puedes estar apegada a esa idea, claro.
Amy: El éxito depende mucho de que el
público acceda a tu trabajo. Me gustaría
vivir de lo que hago, aunque sin necesidad
de ser famosa. Tengo claro que no me
dedico a la fotografía para dejar huella.
porque me vinculan con mi pasado. En
cada uno de mis trabajos siempre soy yo.
Paula: Dejar legado es muy difícil con tanta
gente dedicada al arte. No me lo planteo, no
siento ambición por alcanzar la fama.
Rosell: Lo que me interesa de mi trabajo
es que sirva para conectar a la sociedad.
Necesitas un reconocimiento, aunque no
puedes estar apegada a esa idea, claro.
Amy: El éxito depende mucho de que el
público acceda a tu trabajo. Me gustaría
vivir de lo que hago, aunque sin necesidad
de ser famosa. Tengo claro que no me
dedico a la fotografía para dejar huella.
porque me vinculan con mi pasado. En
cada uno de mis trabajos siempre soy yo.
Referencias y motivaciones
Paula: Me ayuda sobre todo la literatura.
Cuando descubro el trabajo de un artista
que me gusta me da energía, se produce
un flechazo inmediato.
Rosell: Uno de los artistas que más me
interesan es el chileno Alfredo Jaar. Y me
marcó la exposición Cocido y crudo, rompía
el concepto tradicional de espacio.
Amy: Yo necesito estar preparada para
absorber toda la información. Si estoy cansada,
no asimilo. Ahora me fijo mucho en
fotógrafos que trabajan el gran formato.
Paula: Me ayuda sobre todo la literatura.
Cuando descubro el trabajo de un artista
que me gusta me da energía, se produce
un flechazo inmediato.
Rosell: Uno de los artistas que más me
interesan es el chileno Alfredo Jaar. Y me
marcó la exposición Cocido y crudo, rompía
el concepto tradicional de espacio.
Amy: Yo necesito estar preparada para
absorber toda la información. Si estoy cansada,
no asimilo. Ahora me fijo mucho en
fotógrafos que trabajan el gran formato.
Entrevista publicada en Calle 20. Marzo, 2009.
miércoles, 4 de marzo de 2009
Carne de perro, Pedro Juan Gutiérrez. Por Roxana Popelka
Un libro que recomiendo para momentos de crisis existencial como el actual. Un libro lleno de vida y optimismo esperanzador apesar de las ruinas, a pesar de la tos improductiva, a pesar de los videojuegos y de todo eso...
Carne de perro
Pedro Juan Gutiérrez
Editorial Anagrama, 2003, Barcelona.
El novelista Pedro Juan Gutiérrez (Matanzas, Cuba, 1950) recorre en bicicleta los barrios de La Habana Vieja y llega hasta Villegas, pedalea con soltura y mira hacia el cielo a través de las estrechas calles repletas de gente, de perros hambrientos, y de mujeres que sonríen al verlo pasar mientras una joven le carda el pelo a su vecina en la mismísima acera. Un viejo Chevy del 55 trata de abrirse camino sorteando los baches, y también a un grupo de niños con el pañuelo de los Pioneros Socialistas al cuello que juegan con una pelota machacada al béisbol. Pedro Juan es valiente y sabe mantener el equilibrio, así que suelta las manos del manillar y le chista a una rica cubana de pantalones ajustados que carga un cubo lleno de papas. El escritor toma notas en su esponjoso cerebro de todo lo que ve, oye o huele. Más tarde lo centrifuga a 1.000 revoluciones por minuto con un programa especial antiarrugas que lo convierte en tremenda literatura.
En Carne de perro, el autor registra la realidad cubana, esos dos mundos que duermen juntos en una cama matrimonial desde que, a comienzos de los años 90, desapareciera la impronta Soviética de la isla caribeña. Esa isla que sabe aguantar apagones y escasez, colas y ciclones, cartillas de racionamiento y asambleas en las calles oscuras - sin bombillos-, mientras la otra Cuba, la turística, abraza la dolarización y las tiernas langostas.
Carne de perro es un espléndido manual sobre cómo describir la realidad sin edulcorarla: perfectas dosis depuradas de amargura, caos, abatimiento, locura, y mucha glándula sexual que se dispara a toda velocidad... Y después del desasosiego llega la calma también al alter ego del escritor, al ser humano que ha aprendido a batallar en una permanente situación difícil para el país. Y el tierno desencanto que se desprende de personajes como Muñeca, una mujer de 60 años que dejó la miseria del mundo rural cubano para convertirse en afamada prostituta, aunque su suerte volvió a virar en 1960 cuando Fidel mandó cerrar las casas de citas y ella, como tantos, se vio obligada a cortar caña como to` el mundo.
Por el lado izquierdo del fino colchón aparece Miriam, la amante del protagonista, una mulata - trabajadora social- que se excita mirando las caras de los muertos en una funeraria mientras su marido funde los pesos y buena parte de su inutilidad en alcohol. Pero no todo es pura melancolía, también muchos de los 16 relatos que componen este libro están narrados en clave de comedia, como el cuento titulado: “Y yo no tenía rumbo”, donde el autor deja entrever la picaresca cotidiana que los mantiene a flote. En este relato, algunos protagonistas comenten pequeños hurtos para emparejar el salario, mientras una pareja templa en el mar para tonificar el carácter. Al igual que en algunas películas del cineasta cubano Tomás Gutiérrez Alea (Titón), los personajes de Pedro Juan tratan de abrirse camino entre la burocracia estatal y los dogmas del marxismo agonizantes, y nos proporcionan una auténtica lección sobre cómo encarar las duras condiciones de vida con mano izquierda, ironía y humor, herramienta esta última indispensable para aguantar la demora de la guagua, o la información que proporciona un civil con botas del ejército a un escéptico municipio cubano sobre los planes de evacuación en caso de emergencia de guerra: “presten atención: en las dos primeras horas de ataque, el lugar de refugio para este vecindario es el sótano de la panadería y las plantas bajas de los edificios... Repito: eso es para las dos primeras horas de ataque. ¿Está claro?... Debemos estar preparados psicológicamente para no titubear en ese momento. ¿Está claro, compañeros?... Continuamos compañeros. Atiendan acá...” Mientras tanto, a escasos metros y para tranquilizar a la población asustada, los mulaticos de enfrente, en plan Carpe diem, entonan una rumba esperanzadora:
“Hasta Cienfuegos a pie
Qué pasó más chévere,
Hasta Cienfuegos a pie.
Príquiti pra, príquiti pra, pra pra.”
Y Pedro Juan sigue pedaleando por la escena cubana, hace una pequeña parada y toma notas bajo un almendro, como “Eloísa”, y lee los últimos poemas de R. Carver, y describe sus romances de impacto y finales psiquiátricos... Pedro Juan está agotado de tanta bicicleta así que se despide de todos ustedes en un tono medio atormentado en el magnífico relato que da título al libro: Carne de Perro. Dice eso de: “quince años atrás nunca sucedía nada, todos éramos buenos y correctos, obedientes, disciplinados. Ahora es lo contrario: todos somos malos e incorrectos. Las mujeres, callejeras, la gente cínica y perversa. Todos desesperados en una carrera loca y desenfrenada atrás del dólar nuestro de cada día. Hay que salir adelante como sea y dejar atrás la mierda...”
Al final, todos somos Carne de perro.
Roxana Popelka.
Pedro Juan Gutiérrez
Editorial Anagrama, 2003, Barcelona.
El novelista Pedro Juan Gutiérrez (Matanzas, Cuba, 1950) recorre en bicicleta los barrios de La Habana Vieja y llega hasta Villegas, pedalea con soltura y mira hacia el cielo a través de las estrechas calles repletas de gente, de perros hambrientos, y de mujeres que sonríen al verlo pasar mientras una joven le carda el pelo a su vecina en la mismísima acera. Un viejo Chevy del 55 trata de abrirse camino sorteando los baches, y también a un grupo de niños con el pañuelo de los Pioneros Socialistas al cuello que juegan con una pelota machacada al béisbol. Pedro Juan es valiente y sabe mantener el equilibrio, así que suelta las manos del manillar y le chista a una rica cubana de pantalones ajustados que carga un cubo lleno de papas. El escritor toma notas en su esponjoso cerebro de todo lo que ve, oye o huele. Más tarde lo centrifuga a 1.000 revoluciones por minuto con un programa especial antiarrugas que lo convierte en tremenda literatura.
En Carne de perro, el autor registra la realidad cubana, esos dos mundos que duermen juntos en una cama matrimonial desde que, a comienzos de los años 90, desapareciera la impronta Soviética de la isla caribeña. Esa isla que sabe aguantar apagones y escasez, colas y ciclones, cartillas de racionamiento y asambleas en las calles oscuras - sin bombillos-, mientras la otra Cuba, la turística, abraza la dolarización y las tiernas langostas.
Carne de perro es un espléndido manual sobre cómo describir la realidad sin edulcorarla: perfectas dosis depuradas de amargura, caos, abatimiento, locura, y mucha glándula sexual que se dispara a toda velocidad... Y después del desasosiego llega la calma también al alter ego del escritor, al ser humano que ha aprendido a batallar en una permanente situación difícil para el país. Y el tierno desencanto que se desprende de personajes como Muñeca, una mujer de 60 años que dejó la miseria del mundo rural cubano para convertirse en afamada prostituta, aunque su suerte volvió a virar en 1960 cuando Fidel mandó cerrar las casas de citas y ella, como tantos, se vio obligada a cortar caña como to` el mundo.
Por el lado izquierdo del fino colchón aparece Miriam, la amante del protagonista, una mulata - trabajadora social- que se excita mirando las caras de los muertos en una funeraria mientras su marido funde los pesos y buena parte de su inutilidad en alcohol. Pero no todo es pura melancolía, también muchos de los 16 relatos que componen este libro están narrados en clave de comedia, como el cuento titulado: “Y yo no tenía rumbo”, donde el autor deja entrever la picaresca cotidiana que los mantiene a flote. En este relato, algunos protagonistas comenten pequeños hurtos para emparejar el salario, mientras una pareja templa en el mar para tonificar el carácter. Al igual que en algunas películas del cineasta cubano Tomás Gutiérrez Alea (Titón), los personajes de Pedro Juan tratan de abrirse camino entre la burocracia estatal y los dogmas del marxismo agonizantes, y nos proporcionan una auténtica lección sobre cómo encarar las duras condiciones de vida con mano izquierda, ironía y humor, herramienta esta última indispensable para aguantar la demora de la guagua, o la información que proporciona un civil con botas del ejército a un escéptico municipio cubano sobre los planes de evacuación en caso de emergencia de guerra: “presten atención: en las dos primeras horas de ataque, el lugar de refugio para este vecindario es el sótano de la panadería y las plantas bajas de los edificios... Repito: eso es para las dos primeras horas de ataque. ¿Está claro?... Debemos estar preparados psicológicamente para no titubear en ese momento. ¿Está claro, compañeros?... Continuamos compañeros. Atiendan acá...” Mientras tanto, a escasos metros y para tranquilizar a la población asustada, los mulaticos de enfrente, en plan Carpe diem, entonan una rumba esperanzadora:
“Hasta Cienfuegos a pie
Qué pasó más chévere,
Hasta Cienfuegos a pie.
Príquiti pra, príquiti pra, pra pra.”
Y Pedro Juan sigue pedaleando por la escena cubana, hace una pequeña parada y toma notas bajo un almendro, como “Eloísa”, y lee los últimos poemas de R. Carver, y describe sus romances de impacto y finales psiquiátricos... Pedro Juan está agotado de tanta bicicleta así que se despide de todos ustedes en un tono medio atormentado en el magnífico relato que da título al libro: Carne de Perro. Dice eso de: “quince años atrás nunca sucedía nada, todos éramos buenos y correctos, obedientes, disciplinados. Ahora es lo contrario: todos somos malos e incorrectos. Las mujeres, callejeras, la gente cínica y perversa. Todos desesperados en una carrera loca y desenfrenada atrás del dólar nuestro de cada día. Hay que salir adelante como sea y dejar atrás la mierda...”
Al final, todos somos Carne de perro.
Roxana Popelka.
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