domingo, 25 de noviembre de 2012

NURIA Y HÉCTOR. LA LISTA DE LA COMPRA

















No me gusta cuando la gente se viste para bajar al supermercado como si fueran a una boda
pues eso,
tampoco me gustan las bodas
ni morder el anzuelo
de las marcas blancas, qué es eso de las
marcas blancas
más liturgia,
más merchandising,
lo ponen todo perdido
con la cultura del tetrabrik


HÉCTOR: Pues yo disfrutaba cuando iba al carrefour los sábados por la mañana y veía a los de los adosados bajar a hacer las compras, ellas iban tan arregladas… como si fuesen a Eurovisión.

NURIA: Se imaginan que van de fiesta. El consumo, otro intento de unificarnos. Otra mentira, y ya van dos.

H: ¿De unificarnos en qué? En la miseria, porque ya me dirás tú lo que vamos a comprar en cuanto nos quiten el trabajo.

N: Pero nos igualan por abajo, qué listos.

H: Es que la gente sigue creyendo que son clases medias cuando lo que son es proletarios evangelizados.

N: Con ese rollo neomarxista creo que lo que realmente buscas es volver a tu barrio para dar clase de leninismo a la comunidad de vecinos.

H: Sí, seguro que creen que Lenin es el último nominado de gran hermano, además ya no dejan cantar en los chigres, ni hay serrín en el suelo.

N: Me gusta cuando alguien,
un chico, una señora, una niña, rompe sin querer una botella de cerveza y el líquido se desparrama por el pasillo de los congelados;
todo oliendo a cerveza y los zapatos se te pegan al
suelo.
Me gusta que el supermercado se convierta en una mueblería.

H: Ya sabia yo que tú eras un poco gochina. Es asquerosa la cerveza por el suelo, se ve que nunca trabajaste de camarera.

N: Cuando pienso en una escena de amor ¿sabes lo que me imagino? Una pareja por el pasillo de los cereales metiendo un paquete de arroz SOS en el carrito y besándose después, ¿A que es muy romántico?

H: Yo prefiero verles elegir condones, que si fresa que si limón, que si sabor del negro zumbón.

N: Supermercados como un auténtico psiquiátrico ampliado. Los construyen para que pierdas la noción del tiempo, entiendes de una vez por todas a Jack Nicholson.
Acabas desorientado, como en la vida.

H: Como pollo sin cabeza. Y en la cola de la charcutería cuando la mujer deja al marido solo para que compre un cuarto de jamón y otro de queso, y él se empieza a poner nervioso porque llega su turno y comienza a mirar a todos lados porque no sabe qué queso es, y cuando le pregunta el dependiente contesta que queso tranchetes.

N: Ir a comprar genera un subidón de adrenalina, si no ¿de qué tanto hilo musical? Lo tienen todo estudiado los psicólogos sociales: colores, envases, olores. Me siento como una cobaya. También cuando paso por una tienda de ropa y suena Justin Biber o Queen, te dan ganas de coger a la cajera por la cintura y empezar a bailar por las escaleras mecánicas en plan West side story.

H: Por desgracia la única música que ponen son los grandes éxitos de Benavente 92.

N: Me gusta coger una bolsa de patatas fritas y comerlas antes de llegar a la caja nº 2, y dejar en la cinta sólo la bolsa y ver la cara que pone la cajera.

H: Ahora por si fuera poco, te pregunta la cajera al salir que si quieres chocolate blanco, que si cerveza de malta y encima se mete en nuestra conversación sobre si preparo fabada o fabes con almejas. La próxima vez hablamos de sexo oral, a ver qué dice.

N: Antes, cuando estaba triste me acercaba a un hipermercado a ver si tenían cordones de zapatos.

H: ¿Para ahorcarte?

N: Buscaba unos más vistosos, simplemente eso, para mirarme los pies y verlos de colores. Tanto marrón y negro asusta.

H: Pues a mi no me gusta nada ver los pies de los demás, parecen potarros blancos.
Venga que se nos hace tarde, ¿trajiste la lista de la compra?

N: ¿De quién es la culpa de tanto consumo, de la tele, de las revistas, de Internet? porque a alguien hay que echarle la culpa, no.

H: La culpa no tiene novia.

N: ¿Sabes que el deseo de consumir es parecido a la pulsión sexual?

H: Pues a mí no se me levanta viendo los yogures.

N: Quieres probar cómo es estar con alguien y luego te entran ganas de cambiar.

H: Usar y tirar, como los pañales.

N: Sí, lo malo es cuando quieres descambiarlo, como ocurre a veces, rebuscas en el bolso y ¡horror! has perdido el ticket, ahora qué hago.

H: Pues te fastidias y aguantas con lo que tienes.

N: Por suerte en algunas tiendas lo canjean por vales, pero entonces viene el lío, el lío de elegir…

H: Pero qué problema tienes… primero coges una cosa; la usas y la tiras, y luego compras otra.

N: Y ahí ya te pierdes, es como en la selva: todo muy espeso.

H: ¿Por qué es espeso? porque las estanterías están llenas de cosas bonitas y las quieres todas y cuando consigues una, ves que tu amiga tiene otra y entonces quieres esa.

N: No, porque quieres todas las ventajas en un mismo producto y eso, lo reconozco, es imposible. Siempre hay algo defectuoso, no me digas por qué.

H: La coca-cola siempre es igual.

N: Ya, hablas de gustos universales, de globalización: lo que faltaba.

H: ¡Más global que Caín que mató a Abel por un plato de lentejas!

N: Yo prefiero algo más original. No me gusta lo que todos tienen.

H: Había una canción: Qué chica más original, tiene por novio a un orangután…

N: Es como si comieras todos los días el mismo menú.

H: Eso lo dijo el hermano de Ana Karenina, refiriéndose a las mujeres: “Ya sé que me dan bien de comer en casa y todos los días, pero a quién no le gusta salir a comer de vez en cuando a un buen restaurante y probar cosas distintas”.

N: Eso mismo pensamos las mujeres.

H: Pues hala, vete eligiendo los actimel que yo me voy a ver el partido a la sidrería.


Me gusta manosear las copas de los sujetadores en las tiendas de los chinos.
Me gusta entrar a esas mismas tiendas y salir sin comprar nada, o comprar una braga hortera por dos euros y usarla los domingos cuando no voy a trabajar.


Imagen Natalia Pastor
Texto Roxana Popelka y X-C

sábado, 17 de noviembre de 2012

NURIA Y HÉCTOR. EL BOSQUE















Como en los cuentos.
Había una vez un bosque donde
las niñas eran muy muy guapas y los niños algo más feos y pálidos y sobre todo, muy malos
y estaba presente
Pulgarcito
como una solución a la crisis.
El bosque de los suicidios, el ayuno integral.
Juan sin Miedo partiéndose de risa mirándolo todo detrás de un árbol hueco, y los gemelos del Fantasma de Canterville jugueteando  con unas manchas de sangre mientras su madre restriega con un buen detergente.


HÉCTOR: Pulgarcito como una solución a la crisis.

NURIA: ¿Y qué papel jugaría el tal Pulgarcito?

H: La necesidad de las clases dominantes de distinguirse. ¡Si es que vivimos en un país de súbditos!

N: Sí, pero en vez de reyes y princesas, dragones y mazmorras. Anda, cuéntame el relato de los manzanos y las raíces y los cristales para matar a los ratones de campo.

H: Y a los de ciudad porque también se ponían cristales sobre los muros que rodeaban las casas. Cuando abría una poza, metía abajo, entre el cucho, unas botellas de cristal y las rompía con la fesoria, es un remedio casero para que los malditos roedores no aniden en las raíces del árbol.

N: Hoy vivimos en ciudades con cristales sobre los muros. De pequeña pensaba que eran de plástico, que los ponían para ahuyentar al hombre del saco. Sabes, nunca vi a nadie con un saco, sólo al carbonero, pero eso fue hace tantos años.

H: ¿Y nunca viste a algún hombre con un saco lleno de gatitos para ir a tirarlos al río? Emitía un sonido extraño ese saco.

N: Felicidad Blanc, la madre de los Panero, cuenta que ella los metió en una caja, que era más fino que meterlos en un saco de arpillera. A la hora de morir también hay clases sociales.

H: Pero no creo que a los lindos gatitos les importase, como dijo el gran timonel señor x, lo fundamental es que cacen ratones.

N: Estoy harta de las pistas verdes; el que quiera hacer turismo rural que se meta en un bosque de verdad, en un hayedo y se deje de usar utillaje de Decathlon.

H: Hay a quien le gusta hacer el camino de Santiago por la carretera de Astorga a cuarenta grados al asfalto.

N: Eso es por el concepto de paraíso terrenal, que empiezan a coger carrerilla al salir de la N-630.

H: Hay una extraña idea del viaje, parece un viaje como competición, como si estuviesen jugando a la brisca. Todo lo miran igual, creen que Madrid va con ellos y que en todos los bares hay croquetas y calamares fritos.

N: Se colecciona haber estado en veinte capitales, si no, eres una piltrafa.

H: Yo conozco a una que este verano se inventó un viaje por Francia para el feisbuk, y lo hizo todo desde su casa de Monforte.

N: Habrá tantos así, que viajan de verdad para luego contarlo, porque desde que en España se instala la moda de los viajes baratos lo que importa es contar dónde estuviste, si no qué sentido tiene el viaje y las maletas de diseño.

H: El viaje; un objeto de consumo más, y mira que nos reíamos de los japoneses en los ochenta, que iban con sus cámaras haciéndose la foto delante de todos los sitios típicos y ahora resulta que el globo está lleno de españolitos sacando fotos delante de monumentos que nunca les importaron un huevo.

H: Mira esta planta, es belladona, ¿oíste hablar de ella? Es la que usaban las brujas en sus pociones mágicas. En Asturias siempre hubo brujas, la virgen de Covadonga, por ejemplo, era una de ellas.

N: A mi me interesan más las leyendas de Carlos Castaneda, qué quieres que te diga. Todas esas plantas alucinógenas, ese sí que es un viaje aunque sólo de ida.

H: El que me enseñó lo de la mandrágora y el estramonio era un masón que estaba flipao con los libros de Castaneda y sus viajes astrales. También cogía bonguis y se pillaba unos colocazos de miedo, después nos contaba que uno de ellos se tiro por la ventana porque quería volar.

N: Eso también me lo contaron a mi, era como una leyenda urbana.

H: En Norwegian Wood, la novela de Murakami ─Bosque noruego en japonés─ describe El bosque de los suicidas, un  mar de árboles al pie del Fujiyama, donde Naoko se cuelga de un árbol. Una vez al año los voluntarios penetran en el bosque dejando un rastro de cinta aislante, como Pulgarcito, para recoger los cadáveres, unos cien cada vez.

N: Nunca podré superar el miedo cuando estoy en una cabaña en la montaña y tengo que salir a mear; siempre la misma canción, pienso que van a venir y me van a succionar. La noche impone y más la asturiana sin estrellas.

H: Pues mi abuelo se guiaba por las estrellas para ir de romería, seguía a las Tres Marías, el cinturón de Orión.
La noche es más noche en el bosque, por eso surgen los cuentos a la luz del fuego.

N: Ahora a la luz del hormigón. Menos mal que existen los campings. Me encanta la cultura del camping. Reproduce el hogar, el fuego, las figuritas de Lladró… mientras los niños se socializan con los de otras nacionalidades: es lo mejor del verano.

H: Sobre todo la vasca y catalana, estaban llenos de ellos. A mí no me gustan, no soporto a las maris barriendo su casita todo el día y a los manolos con el vino con casera y el partido a todo volumen; como en La ardilla roja.

N: Aún así me gustan mucho los campings, es como estar metido en una película. Dentro de la tienda duermo de tirón, ya ves, uno de los pocos sitios, será por el runrún de los insectos o de los búhos, yo qué sé.

H: ¿Pero no dices que te da miedo la noche?

N: Pero en un camping no la sientes, además siempre puedes ir al baño, así oyes a las de quince venir de fiesta y contar la experiencia a su amiga que está meando en el váter; te partes de risa. Suelen contar historias trepidantes de tíos guapos que las persiguen. ¿Ves como al final los cuentos tienen sentido?

H: ¿Y no me puedes contar una historia trepidante de esas?

N: ¿De las de adolescentes enamoradas? Hay miles; que se lo hicieron con el súper machote de la discoteca, o cuando se arreglan frente al espejo y comprueban que se han olvidado el pintalabios…

H: Me suena un poco machista todo eso, pero bueno, sólo hay que ver a las ministras que tenemos.

N: ¿A qué te refieres?

H: A los ángeles de charlie de la moncloa, tontas ellas tonto él.

N: Es curiosa la adolescencia, preparándote para gustar; tu energía dirigida a agradar al otro.


¿Os imagináis perderos en el bosque?
Qué pensarías cuando pasasen las horas y cada vez fuese más de noche, seguro que empezarías a oír pasos y te acordarías del lobo o del de la motosierra. ¿No te contaron historias de niños que nunca volvieron?


Imagen Natalia Pastor
Texto Roxana Popelka y X-C

sábado, 10 de noviembre de 2012

NURIA Y HÉCTOR. ASIGNATURA PENDIENTE















Nuria y Héctor están cenando en el salón, de fondo la televisión. Están echando Asignatura Pendiente, no pensaban verla pero se enganchan.


NURIA: Mira lo que ponen, una de Garci, ¡qué antigua, del 77!

HÉCTOR: Esa la puse yo en el cineclub del instituto y nos la quisieron censurar.

N: Es que tú eres muy de cineclub.

H: Me gustaba mucho el programa de cine de Garci, la pena son sus películas, salvo El crack, con Alfredo Landa.

N: Tú siempre tan anticuado, quién se acuerda de ese programa ahora.

H: Es que para uno decente que hubo. Y no fue hace tanto tiempo, hará cinco o seis años; tengo alguno grabado, ya ves.

N: Sí, porque el resto de la humanidad no sabe de cine, claro, necesitas invocar a los espíritus.

H: Es que las películas que hacen cada vez se parecen más a una hamburguesa, lo único de carne que tienen es el ketchup.

N: Dirás las que emitenporque ahora se realizan muy buenas películas, yo no echo en falta el tiempo pasado. Paso de la nostalgia.

H: ¿Nostalgia? sólo la tuve cuando era un adolescente y nos trasladamos de ciudad.

N: Lo de cualquier tiempo pasado fue mejor es una solemne mentira.

H: Sobre todo cuando montes la comuna.

N: Ya quisiera yo tener veinte años ahora, a pesar de la que está cayendo.

H: Si, y estar en paro en casa de tus padres hasta los treinta.

N: A pesar de todo acabas saliendo adelante, es coyuntural.

H: Coyuntural de la muerte, todavía se ahorcó hoy un librero de cincuenta años antes de que lo embargasen.

N No hablo de los de cincuenta, me refiero a los de veinte.

H: A los veinte se iba a la mili, tenían un año de penitencia por ser español.

N: Mira José Sacristán qué joven en Asignatura Pendiente, tiene los mismos tics de esa época, qué bien conseguido.

H: Es verdad eso que dices de los tics, eran los de entonces, los tíos eran así de chulos, ahora tenemos otros.


SACRISTÁN: No creas que soy un cínico pero te hablo en serio eh, palabra. Creo que acostarnos tú y yo sería como, a ver si me explico, sería como recuperar algo que debimos hacer y que no hicimos, quizá porque era otra época y todo era distinto. Nos han robado tantas cosas. Las veces que tú y yo debimos hacer el amor y no lo hicimos. Los libros que debimos leer, las cosas que debimos pensar, qué se yo. Pues eso, todo eso es lo que no les puedo perdonar. No sé pero me parece que escomo si nos hubiera quedado algo colgado, como aquéllas asignaturas que quedaban pendientes de un curso para otro. Como si no hubiéramos acabado la carrera.


N: El machismo los vestía así ¿Te acuerdas de Fiorella Faltoyano? Mira, aquí dice que tiene complejos.


SACRISTÁN: Nuestra primera ducha juntos, ¿no te importa verdad?
FALTOYANO: No, si yo creo que a mi ya no me va a importar nada, y si yo te contara…
S: Cuenta, cuenta, pero dame el jabón.
F: Tú no sabes la de complejos que tenía yo.
F: Pues la noche de bodas, estaba yo en el baño arreglándome y todo eso y tenía unas ganas tremendas de hacer pis.
S: ¿De qué?
F: De esas veces que te has estado aguantando toda la tarde. Paco ya estaba en la cama y yo no me atrevía a hacerlo.
S: ¿Por qué?
F: Porque se oía el ruido.
S: Ah.
F: Y se iba a romper todo el encanto hasta que se me ocurrió llenar el bidé y allí lo hice, una tontería, bueno pues es así.


N: Sí, eso no ha pasado de moda, seguimos igual.

H: Parecido, hay películas porno para instruirse.

N: Pero con guiones de transportistas, todo falso. Ahora se empieza a hablar del placer de la mujer y aún con reticencias.

H: ¿Esos orgasmos que decíais que teníais en la cama?

N: Orgasmos fingidos y dañinos. Aquí quien desenmascara el pastel es Fiorella y encima se da cuenta de su propia situación. Eso si que lo veo valiente y en esa época, donde la mujer era un cero a la izquierda.

H: ¿El qué? Ponerle los cuernos al marido es más viejo que Carracuca.

N: No me refiero a los cuernos en sí, sino a que se atreve a  entrar al trapo a Sacristán, que es distinto.

H: Bueno Sacristán es el típico que quería cambiar el mundo y al final lo único que hace es cambiar sus ideales por tener un buen coche y una amante, las cosas que él tanto criticaba.

N: Abrirse a lo nuevo suponía cumplir con todos esos topicazos, lo que pasa es que hoy lo vemos rancio y trasnochado.

H: Ellos al menos tienen el ideal de cambiar las cosas, ahora en cambio no queremos cambiar nada, lo único que queremos es el coche y la rubia, eso es lo que nos han enseñado. Se acabó el ideal.

N: Y los traumas y complejos de los que hablan en la ducha siguen tan vigentes pero consiguen ridiculizarlos.


F: Me voy a duchar.
S: Un momento, un momento que es mi sueño dorado, ¿tú no veías en las películas  que la gente después de pasarse media vida en la cama se levantaban así, con las sábanas hasta el cuello? Pero sin mirarme, que tampoco se miraban. Es que nos han engañao con todo.


H: No creo que los ridiculicen o que Garci quisiese ridiculizarlos. Treinta años después cuando miras a tu alrededor no veo a gente tan moderna como Sacristán, o al menos comprometida.

N: Las normas las siguen dictando los mismos. Son los que contratan, los que despiden…

H: Todo tiene que cambiar para que todo siga igual, ya lo decía Julio Iglesias: la vida sigue igual.


N: Tratan de mantener el modelo familiar  y lo que supone; cómo tiene que ser ella, cómo debe ser él… Vivimos encorsetados.



Siguieron viendo Asignatura Pendiente como si fuera El hombre y la tierra.
José Sacristán parecía el sumo sacerdote, ella, en cambio parecía una más, como recién salida de las ursulinas con la oblea en la boca.
1977, mal año, lleno de muertes y falsas ilusiones.
Ver la película, ahora, en el 2012, era como ver una de marcianos; parecía que todos habíamos sido abducidos.
Cuántas cosas prometidas y soñadas.
¡Maldito país!
Un país que no existe,
sólo una cochiquera.



Imagen Natalia Pastor
Texto Roxana Popelka y X-C
Diálogos Sacristán y Faltoyano de Jose Luis Garci,
Asignatura Pendiente, 1977

domingo, 4 de noviembre de 2012

NURIA Y HÉCTOR. EN EL COCHE

imagen Natalia Pastor













Cinco y cuarto de la tarde, día soleado. En dirección a Benavente por la A-66.

NURIA: ¿Te imaginas vivir en un pueblo en mitad de un páramo?

HÉCTOR: Si, perfectamente. Ya sabes… vacaciones sin playa, la seca obligación, el aburrimiento eterno. Sólo había un transistor y de vez en cuando un árbol.

N: Los que hemos nacido en una ciudad estamos tan condicionados que no podemos volver a la paz bucólica del campo, nos resulta artificial.

H: Yo prefiero la paz bukowskiana. No conozco pueblo feliz, todos se conocen y todos hablan. Lo del buen salvaje se quedo en el salvaje a secas.

N: La culpa de todo, como siempre, la tiene el sueño americano con su ración de adosados y verdes praderas y cortacéspedes.

H: Ahí no hay nada de naturaleza, el único verde es el de los billetes.

N: Siempre puedes dedicarte a podar tu jardín zen.

H: Nadie sabe lo que es un jardín zen salvo los lectores del suplemento de El País, y ya quedan pocos.

N: Estamos obsesionados con la vuelta a la naturaleza y sus encantos; es el fracaso de la posindustrialización. Necesitamos parcelas como sustituto de la religión.

H: Yo no quiero volver a la naturaleza y mucho menos a misa.

N: Ya verás, resulta que vamos a copiar el modelo de vida de los progres de salón que tanto detestamos o que tanto echamos de menos…

H: Los que en los ochenta pasaron del citroen al BMW y a la Dirección Regional.

N: Al final sólo te dejan escoger entre dos caminos; el pack  A, de los ideales o el pack B, del poder.  

H: Ya, pero ellos se pusieron morados, primero con el A y luego con el B.

N: ¿Quienes son ellos? Dime nombres y apellidos que los apunto en mi lista.

H: Sí, como hacía Víctor McLaglen en El hombre tranquilo. Son los que salen todos los días en los periódicos y los que nos han metido en esta estafa.

N: Al final no sé por qué oscura razón, nos volvemos tan apáticos... Pasan los años y lo que deseas es tener una vida tranquila, sin sobresaltos. Ya sabes, ver crecer la hierba. ¿Tú qué vas a hacer cuando seas mayor?, ¿dónde querrás vivir, en la ciudad o en campo? ¿Tienes algún plan?

H: Si, yo quiero volver a la ciudad de mi infancia, al barrio obrero. Calles llenas de bares para disfrutar la vejez leyendo los periódicos en compañía y poniéndolo todo a parir. ¿Qué voy a hacer yo en un pueblo rodeado de pasto, como tú dices, y hablando del tiempo con los vecinos?

N: Eso huele a comprometido de boquilla pero en realidad lo que deseas es algo muy diferente.

H: Irme a Benidorm, no te jode.

N: Pues yo, ¿sabes lo que quiero?

H: ¿Qué?

N: Vivir en una comuna. Cuando tenga setenta, por fin voy a vivir en una comuna. A mi edad, ¿qué te parece? y voy a vestirme con ropas de colores, con muchos lunares y pelucas. Voy a hacer lo que me salga de las narices. Formar un grupo punk transmetal. Ahí está la verdadera revolución, en el punk.

H: Será el punk gagá.

N: Ya sé que prefieres dormitar porque según tú, ya lo has probado todo y estás de vuelta de esa impostura, ¿no?

H: No, sólo falta que me desahucien.

N: También voy a tener sexo sin amor.

H: ¿Con los de setenta o con los setenta de la comuna?

N: ¡Qué le den al amor! otro de los inventos que tanto daño nos ha hecho.

N: ¿Y cómo se va a llamar la comuna, Vacaciones en el mar o La casa de la pradera?

N: Vamos a ser todos sanísimos.

H: Y guapísimos, como los presentadores de la tele; todo sonrisa y encefalograma plano.

N: ¡Si! de tanto muesli, copos de avena y arroz integral, tofu, jalea, ginseng. No necesitaremos viagra. Bailaremos funky todo el rato y escucharemos a Barry White y a Michael Jackson sin complejos, por fin.

H: Y a María Ostiz.

N: Se acabó lo de tener que parecer guapa y culta, qué descanso.

H: Pero si os vais a pasar todo el día durmiendo y poniéndoos la dentadura postiza.

N: Vamos a ser más auténticos que los alemanes, esos viejos neo hippys que van en bici por Berlín, así quiero ser yo.

H: Todos en fila india y colocados como Armstrong.

N: Con muchas flores y mucho incienso y buen rollito.

H: Con esa pinta podéis hacer el camino de Santiago.

N: ¿Pensaste alguna vez que llegaríamos hasta aquí, qué íbamos a durar tanto tiempo, quiero decir?

H: ¿Hasta dónde?

N: Que viviríamos tantos años; son demasiados. Estoy cansada.

H: ¿De qué estas cansada? No ves cómo está tu madre y las ganas de vivir que tiene.

N: Es diferente, ella nació en la escasez, nosotros alcanzamos el consumo. Ahora estamos hastiados.

H: ¿Tienes miedo?

N: No, va todo muy deprisa.












Imágenes Natalia Pastor
Texto Roxana Popelka y Juan Carlos Suárez