sábado, 17 de noviembre de 2012

NURIA Y HÉCTOR. EL BOSQUE















Como en los cuentos.
Había una vez un bosque donde
las niñas eran muy muy guapas y los niños algo más feos y pálidos y sobre todo, muy malos
y estaba presente
Pulgarcito
como una solución a la crisis.
El bosque de los suicidios, el ayuno integral.
Juan sin Miedo partiéndose de risa mirándolo todo detrás de un árbol hueco, y los gemelos del Fantasma de Canterville jugueteando  con unas manchas de sangre mientras su madre restriega con un buen detergente.


HÉCTOR: Pulgarcito como una solución a la crisis.

NURIA: ¿Y qué papel jugaría el tal Pulgarcito?

H: La necesidad de las clases dominantes de distinguirse. ¡Si es que vivimos en un país de súbditos!

N: Sí, pero en vez de reyes y princesas, dragones y mazmorras. Anda, cuéntame el relato de los manzanos y las raíces y los cristales para matar a los ratones de campo.

H: Y a los de ciudad porque también se ponían cristales sobre los muros que rodeaban las casas. Cuando abría una poza, metía abajo, entre el cucho, unas botellas de cristal y las rompía con la fesoria, es un remedio casero para que los malditos roedores no aniden en las raíces del árbol.

N: Hoy vivimos en ciudades con cristales sobre los muros. De pequeña pensaba que eran de plástico, que los ponían para ahuyentar al hombre del saco. Sabes, nunca vi a nadie con un saco, sólo al carbonero, pero eso fue hace tantos años.

H: ¿Y nunca viste a algún hombre con un saco lleno de gatitos para ir a tirarlos al río? Emitía un sonido extraño ese saco.

N: Felicidad Blanc, la madre de los Panero, cuenta que ella los metió en una caja, que era más fino que meterlos en un saco de arpillera. A la hora de morir también hay clases sociales.

H: Pero no creo que a los lindos gatitos les importase, como dijo el gran timonel señor x, lo fundamental es que cacen ratones.

N: Estoy harta de las pistas verdes; el que quiera hacer turismo rural que se meta en un bosque de verdad, en un hayedo y se deje de usar utillaje de Decathlon.

H: Hay a quien le gusta hacer el camino de Santiago por la carretera de Astorga a cuarenta grados al asfalto.

N: Eso es por el concepto de paraíso terrenal, que empiezan a coger carrerilla al salir de la N-630.

H: Hay una extraña idea del viaje, parece un viaje como competición, como si estuviesen jugando a la brisca. Todo lo miran igual, creen que Madrid va con ellos y que en todos los bares hay croquetas y calamares fritos.

N: Se colecciona haber estado en veinte capitales, si no, eres una piltrafa.

H: Yo conozco a una que este verano se inventó un viaje por Francia para el feisbuk, y lo hizo todo desde su casa de Monforte.

N: Habrá tantos así, que viajan de verdad para luego contarlo, porque desde que en España se instala la moda de los viajes baratos lo que importa es contar dónde estuviste, si no qué sentido tiene el viaje y las maletas de diseño.

H: El viaje; un objeto de consumo más, y mira que nos reíamos de los japoneses en los ochenta, que iban con sus cámaras haciéndose la foto delante de todos los sitios típicos y ahora resulta que el globo está lleno de españolitos sacando fotos delante de monumentos que nunca les importaron un huevo.

H: Mira esta planta, es belladona, ¿oíste hablar de ella? Es la que usaban las brujas en sus pociones mágicas. En Asturias siempre hubo brujas, la virgen de Covadonga, por ejemplo, era una de ellas.

N: A mi me interesan más las leyendas de Carlos Castaneda, qué quieres que te diga. Todas esas plantas alucinógenas, ese sí que es un viaje aunque sólo de ida.

H: El que me enseñó lo de la mandrágora y el estramonio era un masón que estaba flipao con los libros de Castaneda y sus viajes astrales. También cogía bonguis y se pillaba unos colocazos de miedo, después nos contaba que uno de ellos se tiro por la ventana porque quería volar.

N: Eso también me lo contaron a mi, era como una leyenda urbana.

H: En Norwegian Wood, la novela de Murakami ─Bosque noruego en japonés─ describe El bosque de los suicidas, un  mar de árboles al pie del Fujiyama, donde Naoko se cuelga de un árbol. Una vez al año los voluntarios penetran en el bosque dejando un rastro de cinta aislante, como Pulgarcito, para recoger los cadáveres, unos cien cada vez.

N: Nunca podré superar el miedo cuando estoy en una cabaña en la montaña y tengo que salir a mear; siempre la misma canción, pienso que van a venir y me van a succionar. La noche impone y más la asturiana sin estrellas.

H: Pues mi abuelo se guiaba por las estrellas para ir de romería, seguía a las Tres Marías, el cinturón de Orión.
La noche es más noche en el bosque, por eso surgen los cuentos a la luz del fuego.

N: Ahora a la luz del hormigón. Menos mal que existen los campings. Me encanta la cultura del camping. Reproduce el hogar, el fuego, las figuritas de Lladró… mientras los niños se socializan con los de otras nacionalidades: es lo mejor del verano.

H: Sobre todo la vasca y catalana, estaban llenos de ellos. A mí no me gustan, no soporto a las maris barriendo su casita todo el día y a los manolos con el vino con casera y el partido a todo volumen; como en La ardilla roja.

N: Aún así me gustan mucho los campings, es como estar metido en una película. Dentro de la tienda duermo de tirón, ya ves, uno de los pocos sitios, será por el runrún de los insectos o de los búhos, yo qué sé.

H: ¿Pero no dices que te da miedo la noche?

N: Pero en un camping no la sientes, además siempre puedes ir al baño, así oyes a las de quince venir de fiesta y contar la experiencia a su amiga que está meando en el váter; te partes de risa. Suelen contar historias trepidantes de tíos guapos que las persiguen. ¿Ves como al final los cuentos tienen sentido?

H: ¿Y no me puedes contar una historia trepidante de esas?

N: ¿De las de adolescentes enamoradas? Hay miles; que se lo hicieron con el súper machote de la discoteca, o cuando se arreglan frente al espejo y comprueban que se han olvidado el pintalabios…

H: Me suena un poco machista todo eso, pero bueno, sólo hay que ver a las ministras que tenemos.

N: ¿A qué te refieres?

H: A los ángeles de charlie de la moncloa, tontas ellas tonto él.

N: Es curiosa la adolescencia, preparándote para gustar; tu energía dirigida a agradar al otro.


¿Os imagináis perderos en el bosque?
Qué pensarías cuando pasasen las horas y cada vez fuese más de noche, seguro que empezarías a oír pasos y te acordarías del lobo o del de la motosierra. ¿No te contaron historias de niños que nunca volvieron?


Imagen Natalia Pastor
Texto Roxana Popelka y X-C

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