viernes, 13 de abril de 2012

DANIEL: EL MISMO RECORRIDO



Llego al instituto,
cuelgo el abrigo en la percha de la sala de profesores.
No hay nadie, mejor, así evito los buenos días.
Cada día ese saludo obligado te sienta peor.
Eres un maldito descreído y nihilista embutido en una parka verde.
Te gustaría dar un vuelco a tu vida,
aparecer con otro abrigo,
de otro color,
otro peinado,
pasearte en dirección contraria
como músico,
como pintor.
Yo qué sé.
Dejar de parecerte tanto a ti mismo.

Voy directamente a la máquina de café,
meto dos monedas de 20 céntimos de euro y dos monedas de 10 céntimos de euro.
Total, 60 céntimos por un vaso de chocolate.
Una máquina inteligente colocada en el extremo del pasillo que me da las gracias por elegir un producto. 
Revuelvo con el palito blanco que aparece dentro del vaso,
se hunde en el interior del líquido espeso,
intento sacarlo,
me quemo,
me cago en Dios.
Lo tiro en la papelera de la sala de profesores.

Un tipo con pantalones de pana grises,
cara de pocos amigos,
ojeroso,
zapatillas Decatlón: 
el de matemáticas.
Me da los buenos días.
Se activa la amabilidad claretiana incrustada en mi cerebro desde los tres años.
Ojeo el periódico,
me dejo la piel dentro del conflicto de Gaza. 

Sonrío al saber que la industria del porno americana solicita al gobierno ayudas públicas para superar la crisis.
Y no contesto. 

(fragmento de la novela: preparados, listos, ya).

No hay comentarios: