Como en
los cuentos.
Había
una vez un bosque donde
las
niñas eran muy muy guapas y los niños algo más feos y pálidos y sobre todo, muy
malos
y
estaba presente
Pulgarcito
como
una solución a la crisis.
El
bosque de los suicidios, el ayuno integral.
Juan
sin Miedo partiéndose de risa mirándolo todo detrás de un árbol hueco, y los
gemelos del Fantasma de Canterville jugueteando
con unas manchas de sangre mientras su madre restriega con un buen
detergente.
HÉCTOR: Pulgarcito como una solución a la crisis.
NURIA: ¿Y qué papel jugaría el tal Pulgarcito?
H: La necesidad de las clases dominantes de distinguirse. ¡Si es que vivimos
en un país de súbditos!
N: Sí, pero en vez de reyes y princesas, dragones y mazmorras. Anda, cuéntame
el relato de los manzanos y las raíces y los
cristales para matar a los ratones de campo.
H: Y a los de ciudad porque también se ponían cristales sobre
los muros que rodeaban las casas. Cuando abría una poza, metía
abajo, entre el cucho, unas botellas de cristal y las rompía con la fesoria, es
un remedio casero para que los malditos roedores no aniden en las raíces del árbol.
N: Hoy vivimos en ciudades con cristales sobre los muros. De
pequeña pensaba que eran de plástico, que los ponían para ahuyentar al hombre
del saco. Sabes, nunca vi a nadie con un saco, sólo al carbonero, pero eso fue
hace tantos años.
H: ¿Y nunca viste a algún hombre con un saco lleno de gatitos
para ir a tirarlos al río? Emitía un sonido extraño ese saco.
N: Felicidad Blanc, la madre de los Panero, cuenta que ella
los metió en una caja, que era más fino que meterlos en un saco de arpillera. A
la hora de morir también hay clases sociales.
H: Pero no creo que a los lindos gatitos les importase, como
dijo el gran timonel señor x, lo fundamental es que cacen ratones.
N: Estoy harta de las pistas verdes; el que quiera hacer
turismo rural que se meta en un bosque de verdad, en un hayedo y se deje de
usar utillaje de Decathlon.
H: Hay a quien le gusta hacer el camino de Santiago por la
carretera de Astorga a cuarenta grados al asfalto.
N: Eso es por el concepto de paraíso terrenal, que empiezan a
coger carrerilla al salir de la N-630.
H: Hay una extraña idea del viaje, parece un viaje como
competición, como si estuviesen jugando a la brisca. Todo lo
miran igual, creen que Madrid va con ellos y que en todos los bares hay croquetas y calamares fritos.
N: Se colecciona haber estado en veinte capitales, si no,
eres una piltrafa.
H: Yo conozco a una que este verano se inventó un viaje por
Francia para el feisbuk, y lo hizo todo desde su casa de Monforte.
N: Habrá tantos así, que viajan de verdad para luego
contarlo, porque desde que en España se instala la moda de los viajes baratos
lo que importa es contar dónde estuviste, si no qué sentido tiene el viaje y las
maletas de diseño.
H: El viaje; un objeto de consumo más, y mira que nos reíamos
de los japoneses en los ochenta, que iban con sus cámaras haciéndose la foto
delante de todos los sitios típicos y ahora resulta que el globo está lleno de
españolitos sacando fotos delante de monumentos que nunca les importaron un
huevo.
H: Mira esta planta, es belladona, ¿oíste hablar de ella? Es
la que usaban las brujas en sus pociones mágicas. En Asturias siempre hubo
brujas, la virgen de Covadonga, por ejemplo, era una de ellas.
N: A mi me interesan más las leyendas de Carlos Castaneda,
qué quieres que te diga. Todas esas plantas alucinógenas, ese sí que es un
viaje aunque sólo de ida.
H: El que me enseñó lo de la mandrágora y el estramonio era un masón que
estaba flipao con los libros de Castaneda y sus viajes astrales. También cogía
bonguis y se pillaba unos colocazos de miedo, después nos contaba que uno de
ellos se tiro por la ventana porque quería volar.
N: Eso también me lo contaron a mi, era como una leyenda
urbana.
H: En Norwegian Wood, la
novela de Murakami ─Bosque noruego en japonés─ describe El bosque de los
suicidas, un mar de árboles al pie del
Fujiyama, donde Naoko se cuelga de un árbol. Una vez al año los voluntarios penetran
en el bosque dejando un rastro de cinta aislante, como Pulgarcito, para recoger
los cadáveres, unos cien cada vez.
N: Nunca podré superar el miedo cuando estoy en una cabaña en
la montaña y tengo que salir a mear; siempre la misma canción, pienso que van a
venir y me van a succionar. La noche impone y más la asturiana sin estrellas.
H: Pues mi abuelo se guiaba por las estrellas para ir de
romería, seguía a las Tres Marías, el cinturón de Orión.
La noche es más noche en el bosque, por eso surgen los
cuentos a la luz del fuego.
N: Ahora a la luz del hormigón. Menos mal que existen los
campings. Me encanta la cultura del camping. Reproduce el hogar, el fuego, las
figuritas de Lladró… mientras los niños se socializan con los de otras
nacionalidades: es lo mejor del verano.
H: Sobre todo la vasca y catalana, estaban llenos de ellos. A
mí no me gustan, no soporto a las maris barriendo su casita todo el día y a los
manolos con el vino con casera y el partido a todo volumen; como en La ardilla roja.
N: Aún así me gustan mucho los campings, es como estar metido
en una película. Dentro de la tienda duermo de tirón, ya ves, uno de los pocos
sitios, será por el runrún de los insectos o de los búhos, yo qué sé.
H: ¿Pero no dices que te da miedo la noche?
N: Pero en un camping no la sientes, además siempre puedes ir
al baño, así oyes a las de quince venir de fiesta y contar la experiencia a su
amiga que está meando en el váter; te partes de risa. Suelen contar historias
trepidantes de tíos guapos que las persiguen. ¿Ves como al final los cuentos
tienen sentido?
H: ¿Y no me puedes contar una historia trepidante de esas?
N: ¿De las de adolescentes enamoradas? Hay miles; que se lo
hicieron con el súper machote de la discoteca, o cuando se arreglan frente al
espejo y comprueban que se han olvidado el pintalabios…
H: Me suena un poco machista todo eso, pero bueno, sólo hay
que ver a las ministras que tenemos.
N: ¿A qué te refieres?
H: A los ángeles de charlie de la moncloa, tontas ellas tonto él.
N: Es curiosa la adolescencia, preparándote para gustar; tu
energía dirigida a agradar al otro.
¿Os imagináis
perderos en el bosque?
Qué
pensarías cuando pasasen las horas y cada vez fuese más de noche, seguro que
empezarías a oír pasos y te acordarías del lobo o del de la motosierra. ¿No te
contaron historias de niños que nunca volvieron?
Imagen Natalia Pastor
Texto Roxana Popelka y X-C
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