miércoles, 6 de enero de 2010

Si tú te paras yo me bajo

Pensaba decírselo y en cómo hacerlo para que pareciera real.
Le preocupaba el cierre de la caja; de todos esos embalajes y palés.
Si pudiera volver a hacerlo, no lo haría; esta vez no.
Ahora observa el modo en el que coloca la mercancía: todas esas baldas diminutas,
y
bebe un sorbo de té sin hacer ruido al tragar y se mira las manos
agrietadas del calor.
El hombre de la furgoneta para justo delante del vado y saca del bolsillo el móvil
que en ese preciso instante suena.

Él dice: no, no puedo ir.
Ella contesta: esta vez es importante
Él responde: estoy trabajando.
Ella dice: todo eso para
tratar de explicar
que las galletas estaban
calientes, que
la sopa estaba cruda,
y
que no podíamos manchar
la alfombra
con los zapatos de
calle.

Entonces van hasta la puerta de la cafetería; allí se despiden, se dicen adiós. Ella espera en la parada del autobús. Es de noche y se levanta un aire fresco bastante molesto. Él dobla la esquina de la calle y desaparece.

Ella: veintitantos. Podría estar esperando un hijo, pero no lo está. Trabaja desde hace dos años en un supermercado. Una fotografía de la época muestra a una chica con una mirada triste: ojos castaños, cola de caballo, altura media. Viste un jersey de cuello alto, el jersey es negro.

No hay comentarios: