Aquéllas dos alumnas,
las que están sentadas en la fila de atrás,
me dan pavor.
Se percibe tanta agresividad en su mirada.
No parecen felices
y sólo tienen 16.
Sus rostros embadurnados de maquillaje.
Madrugan,
se arreglan con esmero aunque no es necesario ocultar nada
a los 16.
Por eso llevan un top y se visten con minifalda.
Debajo usan unos legs de color negro (están de moda).
Son mis alumnas desaventajadas,
son Marta y Susana.
Ahora toca reír sin motivo aparente;
agachan la cabeza entre los libros forrados
llenos de fotos de actores,
de cantantes de moda;
cuadernos garabateados a rotulador
con nombres de los chicos guapos del instituto,
números de móviles
nics.
No sienten vergüenza
a los 16.
Me alegra tanto potingue deliplús.
Hay días,
-como hoy-,
que se levantan continuamente a tajar el lápiz mientras hacemos los ejercicios,
o a tirar un papel,
a pedirme permiso para ir al baño;
saben que no está permitido,
tampoco a los 16,
deben esperar a que suene el timbre del descanso
para ir a mear
a mirarse el flequillo.
Con sus cuerpos esbeltos
delante del espejo del baño,
desafiantes
a los 16.
Son mis favoritas,
son mis chicas extraídas de la película Fucking Amal,
de Lukas Moddisson;
esas adolescentes complejas que aparecen en la página 54 de los libros de psicología;
rubias teñidas que habitan un barrio periférico,
gastado,
sin posibilidades,
muerto
si no fuera por el cine de verano
de familias desestructuradas,
sin esperanza.
No hay tiempo que perder
a los 16.
Siento que les debo ofrecer algo más que el temario del curso,
se me hace difícil encontrar un por qué.
¿Quién necesita enseñanza reglada a los 16?
[Fucking Amal del director sueco Lukas Moddisson, es una película estrenada en 1.999 donde se narra la relación homosexual entre dos adolescentes suecas que viven en un pequeño y aburrido pueblo (Amal).
Moraleja: el Bienestar Social no lo es todo, o, como dicen mis vecinos de Oranien platz: “el capitalismo ha fracasado porque no supo conectar lo tangible con el sentimiento”].
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